25/09/2018, 19:52
—Eri. Hazle hablar. Mientras tanto, me ocuparé del otro. —Akame se dio la vuelta y miró a Ayame. No, más allá de Ayame. Eri asintió mientras Akame atravesaba a la amejin, de nuevo, como si sólo fuese un fantasma. Se acercó a Daruu y lo volteó para poder verle el demacrado rostro.
—Sería más facil si hablases, Daruu-kun.
—N... nunca.
Eri sacó un kunai del portaobjetos y lo acercó lentamente al ojo derecho del muchacho. Al regalo que su madre le había dado.
Mientras tanto, un grito con una voz conocida sonó a sus espaldas. La voz de Kaido.
—¡No! ¡Atrás! ¡Te arrancaré las pelotas!
—Todo está perdido, pez.
Luego, el sonido de una katana desenvainándose. Luego, un gutural quejido. Y luego, la nada.
El kunai se acercaba al párpado cerrado de Daruu.
—Sé que tu madre te dio estos ojos, Daruu-kun. No me obligues a hacer que ese regalo haya sido en vano.
—Sería más facil si hablases, Daruu-kun.
—N... nunca.
Eri sacó un kunai del portaobjetos y lo acercó lentamente al ojo derecho del muchacho. Al regalo que su madre le había dado.
Mientras tanto, un grito con una voz conocida sonó a sus espaldas. La voz de Kaido.
—¡No! ¡Atrás! ¡Te arrancaré las pelotas!
—Todo está perdido, pez.
Luego, el sonido de una katana desenvainándose. Luego, un gutural quejido. Y luego, la nada.
El kunai se acercaba al párpado cerrado de Daruu.
—Sé que tu madre te dio estos ojos, Daruu-kun. No me obligues a hacer que ese regalo haya sido en vano.