25/09/2018, 20:16
—Eri. Hazle hablar —replicó Akame—. Mientras tanto, me ocuparé del otro.
Ayame tensó todos los músculos del cuerpo cuando el Uchiha se giró hacia ella. Por un momento creyó que de alguna manera había sentido su presencia, que él en realidad sí podía verla; sin embargo, pronto comprendió que no la estaba mirando, sino a alguien que quedaba tras su espalda y que no podía ver desde su posición. La muchacha ahogó una exclamación cuando el Uchiha también la atravesó como si no fuera más que un fantasma, y ante los ojos de Ayame, Eri se agachó junto a Daruu.
«Cálmate. Lo que estás viendo no es real. Ni ha pasado ni pasará.» Se repetía, una y otra vez, tratando de autoconvencerse. Respiró hondo y después expulsó todo el aire de sus pulmones, apretando los puños para contener los temblores. «Esto no es más que una película. Los actores son gente que conoces, pero no es más que eso.»
Daruu, el verdadero Daruu, se lo había dicho. Y ella se lo había repetido a Zetsuo. Los sentimientos no los hacían débiles, pero hay que controlarlos para que el enemigo no pueda aprovecharse de ellos. Y, en aquel caso, su enemigo... era su padre.
El falso Daruu se negaba a hablar pese a su deplorable estado. Entonces la falsa Eri sacó un kunai... y comenzó a acercarlo a uno de sus ojos.
«¡No! ¡NO, NO, NO!» Rogó para sí. Cerrando los ojos pese a que sabía que era del todo inútil. Película o no, no podría soportar una visión así. ¡No podría por muy falso que fuera!
—¡No! ¡Atrás! ¡Te arrancaré las pelotas! —La voz de Kaido tras su espalda congeló sus entrañas.
—Todo está perdido, pez —dictaminó el Uchiha.
Después Ayame escuchó el silbido del metal desenvainándose. Un quejido. Y después, silencio.
«No es real. No es... no es...»
Y, mientras tanto, el kunai seguía acercándose al ojo de Daruu, que mantenía firmemente cerrado como si sus finos párpados pudieran hacer algo contra aquel metal.
—Sé que tu madre te dio estos ojos, Daruu-kun. No me obligues a hacer que ese regalo haya sido en vano.
Y cuando el filo estaba a apenas unos milímetros de distancia de cumplir su objetivo, casi rozando el párpado de Daruu...
—¡BASTA! ¡NO QUIERO VER ESTO! ¡PARA! ¡PARAAA! —suplicó Ayame, sin poder contenerse por más tiempo, retorciéndose en su inmovilidad.
Ayame tensó todos los músculos del cuerpo cuando el Uchiha se giró hacia ella. Por un momento creyó que de alguna manera había sentido su presencia, que él en realidad sí podía verla; sin embargo, pronto comprendió que no la estaba mirando, sino a alguien que quedaba tras su espalda y que no podía ver desde su posición. La muchacha ahogó una exclamación cuando el Uchiha también la atravesó como si no fuera más que un fantasma, y ante los ojos de Ayame, Eri se agachó junto a Daruu.
«Cálmate. Lo que estás viendo no es real. Ni ha pasado ni pasará.» Se repetía, una y otra vez, tratando de autoconvencerse. Respiró hondo y después expulsó todo el aire de sus pulmones, apretando los puños para contener los temblores. «Esto no es más que una película. Los actores son gente que conoces, pero no es más que eso.»
Daruu, el verdadero Daruu, se lo había dicho. Y ella se lo había repetido a Zetsuo. Los sentimientos no los hacían débiles, pero hay que controlarlos para que el enemigo no pueda aprovecharse de ellos. Y, en aquel caso, su enemigo... era su padre.
El falso Daruu se negaba a hablar pese a su deplorable estado. Entonces la falsa Eri sacó un kunai... y comenzó a acercarlo a uno de sus ojos.
«¡No! ¡NO, NO, NO!» Rogó para sí. Cerrando los ojos pese a que sabía que era del todo inútil. Película o no, no podría soportar una visión así. ¡No podría por muy falso que fuera!
—¡No! ¡Atrás! ¡Te arrancaré las pelotas! —La voz de Kaido tras su espalda congeló sus entrañas.
—Todo está perdido, pez —dictaminó el Uchiha.
Después Ayame escuchó el silbido del metal desenvainándose. Un quejido. Y después, silencio.
«No es real. No es... no es...»
Y, mientras tanto, el kunai seguía acercándose al ojo de Daruu, que mantenía firmemente cerrado como si sus finos párpados pudieran hacer algo contra aquel metal.
—Sé que tu madre te dio estos ojos, Daruu-kun. No me obligues a hacer que ese regalo haya sido en vano.
Y cuando el filo estaba a apenas unos milímetros de distancia de cumplir su objetivo, casi rozando el párpado de Daruu...
—¡BASTA! ¡NO QUIERO VER ESTO! ¡PARA! ¡PARAAA! —suplicó Ayame, sin poder contenerse por más tiempo, retorciéndose en su inmovilidad.