26/09/2018, 03:30
Oh, por supuesto que recordaba ese informe. Había pensado largo y tendido durante horas y horas el qué escribir en ese jodido papel. Y de cómo escribirlo, también, para que no pensasen que un puto genin con destellos de grandilocuencia quería tomarles el pelo. Para entonces, había sido una experiencia tan surreal que había puesto énfasis en hacer de su reporte algo creíble, sin omisión de detalles, aunque él no los creyese importantes.
Había hecho bien ahora que Hageshi se lo confirmaba. Porque fue gracias a uno de esos detalles, tan nimio y revelador a partes iguales, que Amegakure pudo encontrar una fuente de información verídica y fiable.
Dicen que los hombres son un libro abierto después del sexo. Que el pitillo de después siempre venía implícito con la necesidad de contar tus cosas a alguien. Para un hombre tan solitario como Katame, con tantos enemigos a su alrededor, aquella mujer de turno suponía ser su diván personal para descargar sus problemas existenciales. O, quizás, era más simple, y sólo buscaba impresionarlas con su vida llena de peligros.
Fuera como fuera, el extinto Dragón le contó todo a esa prostituta. O al menos, una gran parte.
Ahora la supuesta muerte de Hayai y Cuatro cogía sentido. Había sido confirmada. De hecho, todo supuso ser una cadena de acontecimientos que acabaron con él, Katame, convirtiéndose en una Cabeza de Dragón. Uchiha Zaide a Hayai, Katame a Zaide. Una mujer a cuatro, y muñeca a esa misma mujer, que presumiblemente estaba acompañada por otra.
Pero lo más importante de toda aquella historia, que se había vendido a función cerrada ante los ojos de un Kaido expectante y con los pelos de punta, yacía en el último detalle revelado.
En que aquellas dos mujeres respondían a un nombre, que ahora en el olvido; carecía de importancia. Lo que realmente importaba era su procedencia. Esa era la razón tan personal de la que hablaba Hageshi.
Esas mujeres eran miembros de Uzhiogakure no Satou.
—Mierda —no se lo veía venir. Nada de aquello—. pues si no han movido ficha contra ellos es que son unos jodidos pajoleros. Aunque eso nos beneficia a nosotros, ¿no? mantiene la expectativa de Dragón Rojo a que esas ratas quieran vengar a sus ninja.
Kaido lució meditabundo, en silencio, durante un par de segundos. Luego alzó la mirada.
—Entonces, aprovechamos que el ojo de mira está puesta en otro lado. ¿Damos el golpe final nosotros, desde dentro? ¿o pretendes seguir jugando con el Dragón?
Había hecho bien ahora que Hageshi se lo confirmaba. Porque fue gracias a uno de esos detalles, tan nimio y revelador a partes iguales, que Amegakure pudo encontrar una fuente de información verídica y fiable.
Dicen que los hombres son un libro abierto después del sexo. Que el pitillo de después siempre venía implícito con la necesidad de contar tus cosas a alguien. Para un hombre tan solitario como Katame, con tantos enemigos a su alrededor, aquella mujer de turno suponía ser su diván personal para descargar sus problemas existenciales. O, quizás, era más simple, y sólo buscaba impresionarlas con su vida llena de peligros.
Fuera como fuera, el extinto Dragón le contó todo a esa prostituta. O al menos, una gran parte.
Ahora la supuesta muerte de Hayai y Cuatro cogía sentido. Había sido confirmada. De hecho, todo supuso ser una cadena de acontecimientos que acabaron con él, Katame, convirtiéndose en una Cabeza de Dragón. Uchiha Zaide a Hayai, Katame a Zaide. Una mujer a cuatro, y muñeca a esa misma mujer, que presumiblemente estaba acompañada por otra.
Pero lo más importante de toda aquella historia, que se había vendido a función cerrada ante los ojos de un Kaido expectante y con los pelos de punta, yacía en el último detalle revelado.
En que aquellas dos mujeres respondían a un nombre, que ahora en el olvido; carecía de importancia. Lo que realmente importaba era su procedencia. Esa era la razón tan personal de la que hablaba Hageshi.
Esas mujeres eran miembros de Uzhiogakure no Satou.
—Mierda —no se lo veía venir. Nada de aquello—. pues si no han movido ficha contra ellos es que son unos jodidos pajoleros. Aunque eso nos beneficia a nosotros, ¿no? mantiene la expectativa de Dragón Rojo a que esas ratas quieran vengar a sus ninja.
Kaido lució meditabundo, en silencio, durante un par de segundos. Luego alzó la mirada.
—Entonces, aprovechamos que el ojo de mira está puesta en otro lado. ¿Damos el golpe final nosotros, desde dentro? ¿o pretendes seguir jugando con el Dragón?