26/09/2018, 04:43
Las primeras pistas salieron finalmente a flote, o al menos las más verídicas. Kyūtsuki y Shaneji habían sido avistados. Uno en Inaka, fraguando quién sabe qué clase de negocios turbios con la gente del Desierto, y el último en el otro jodido extremo de Ōnindo, merodeando por Kaminari no kuni.
Los otros tres, presumiblemente en su guarida principal, allá en Hibakari.
Kaido chasqueó la lengua.
«Bien, eso reduce ligeramente la dificultad de la misión. Cinco de los siete tienen una locación estimada, sólo es cuestión de confirmarlas todas de un tirón. Lo cojonudo está en dar con esos dos putos fantasmas que aún no tienen rostro ni nombre. Tocará sacárselo a alguno de esos cabrones, no hay de otra»
Su introspección fue interrumpida por Hageshi, que entendió que era hora de que Kaido se sumergiera finalmente en toda la información recolectada para así conocer a fondo el océano al que estaba apunto de arrojarse de cabeza.
—Vale, lo tendré todo estudiado para mañana —aseguró, mientras guardaba los pergaminos y se levantaba de su sofá—. nos vemos, Hageshi-san.
Llevaba alrededor de media hora tratando de discernir por dónde empezar. A pesar de que Hageshi se lo había dicho ya, él tenía que luchar primero con la insaciable curiosidad que le encomendaba a abrir primero el de Ryū, o el de Otohime. Pero logró contener sus instintos, y tomó finalmente otro pergamino desenrrollándolo en el acto.
Shaneji había sido el elegido. ¿Quién era la primera cabeza de dragón?
Los otros tres, presumiblemente en su guarida principal, allá en Hibakari.
Kaido chasqueó la lengua.
«Bien, eso reduce ligeramente la dificultad de la misión. Cinco de los siete tienen una locación estimada, sólo es cuestión de confirmarlas todas de un tirón. Lo cojonudo está en dar con esos dos putos fantasmas que aún no tienen rostro ni nombre. Tocará sacárselo a alguno de esos cabrones, no hay de otra»
Su introspección fue interrumpida por Hageshi, que entendió que era hora de que Kaido se sumergiera finalmente en toda la información recolectada para así conocer a fondo el océano al que estaba apunto de arrojarse de cabeza.
—Vale, lo tendré todo estudiado para mañana —aseguró, mientras guardaba los pergaminos y se levantaba de su sofá—. nos vemos, Hageshi-san.
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Llevaba alrededor de media hora tratando de discernir por dónde empezar. A pesar de que Hageshi se lo había dicho ya, él tenía que luchar primero con la insaciable curiosidad que le encomendaba a abrir primero el de Ryū, o el de Otohime. Pero logró contener sus instintos, y tomó finalmente otro pergamino desenrrollándolo en el acto.
Shaneji había sido el elegido. ¿Quién era la primera cabeza de dragón?