26/09/2018, 23:48
Ayame, desolada, acompañaba a la lluvia con sus lágrimas. Un silencio cargado de ruido, el de las gotas chocando contra el cemento y contra la superficie del lago. Un silencio tranquilo. Sin gritos. Sin sangre. La kunoichi se dio cuenta de que estaba atardeciendo. El sol se asomaba entre las nubes, más allá de la aldea, al oeste.
Poco a poco, la lluvia dejó de caer. La tormenta daba un descanso, y Amegakure formaba una silueta ominosa en el horizonte.
Poco a poco, la lluvia dejó de caer. La tormenta daba un descanso, y Amegakure formaba una silueta ominosa en el horizonte.