27/09/2018, 16:44
(Última modificación: 27/09/2018, 16:44 por Amedama Daruu.)
—¡No soy un foragido! —se quejó Daruu—. Estas esposas son una prueba de mi sensei. O... o eso creo. —¿Lo había hecho por eso, o simplemente porque estaba graciosillo? ¿Era una lección o es que acaso se había tomado literalmente lo de enfriarle?
Dio un paso adelante. El gato negro bufó, y Daruu se detuvo.
—Oiga, señora, necesito esperar aquí a que se me derritan las esposas. —Era lo más fácil. Lo obvio. Paciencia, ¿no? Esa era el único motivo que se le ocurría para aquellas esposas gélidas. Pero ¿seguro que se derretirían solas?—. Así que no me importaría sentarme a charlar con usted. Pero creo que sus gatos... no sé, algo me dice que no les caigo bien.
Dio un paso adelante. El gato negro bufó, y Daruu se detuvo.
—Oiga, señora, necesito esperar aquí a que se me derritan las esposas. —Era lo más fácil. Lo obvio. Paciencia, ¿no? Esa era el único motivo que se le ocurría para aquellas esposas gélidas. Pero ¿seguro que se derretirían solas?—. Así que no me importaría sentarme a charlar con usted. Pero creo que sus gatos... no sé, algo me dice que no les caigo bien.