27/09/2018, 18:29
Pero a mitad de camino de llegar a su casa, Ayame escuchó una voz familiar tras su espalda.
—Está bien.
«¿Daruu-kun?» Pensó, sobresaltada. Se dio la vuelta, con las energías súbitamente recargadas. La voz provenía de un callejón que acababa de sobrepasar y avanzó hacia allí con el corazón acelerado. Después de lo que acababa de sufrir, lo que más le apetecía en aquellos momentos era abrazarle, perderse en sus ojos violetas y refugiarse en su pecho como solía hacer. Pero entonces...
—Pero debemos hacerlo más tarde. De noche. Yui es un hueso duro de roer. Si queremos matarla...
«¿Eh...?» Ayame se detuvo en seco, confundida, y se apoyó en la pared para escuchar mejor. ¿Matar a la Arashikage? Tenía que haberlo entendido mal.
—¡Ssssssh! Calla, idiota, ¿no ves que puede oirnos alguien? —No estaba solo y aquella voz le daba muy malas vibraciones, pero no terminaba de ubicarla entre sus recuerdos.
—Perdón, perdón. Es que estoy nervioso. Tanto tiempo planeando esto... Tantos secretos guardados...
—Imagino que habrá sido difícil, ¿eh? Tu madre era buena oliendo clavos sueltos.
—No habría podido sospechar de su hijito. Afortunadamente, esto está por terminar. Una vez acabemos con todo, podremos salir del agujero. Ah, hablando de secretos. ¿A que no sabes el paripé que me he montado para reducir aún más las sospechas? Ando saliendo con el mismísimo tesorito de Yui. Con el alien, tío, ¿te lo puedes creer?
El mundo se convulsionó a su alrededor. La mano de Ayame tembló violentamente.
«¿Con el... alien...?» Repitió para sus adentros. Le habría gustado autoconvencerse de que había vuelto a escuchar mal, pero entonces el otro chico soltó una estridente carcajada.
—Venga va, hombre. ¡No me jodas! ¿Con el alien? ¡Jajaja! ¿Cómo eres capaz tronco? Si tú mismo le pusiste el mote!
Una nueva puñalada contra su ya herido espíritu y su corazón chilló de dolor al resquebrajarse en su pecho. Fue entonces terminó de reconocer la voz que acompañaba a su pareja: Daruu estaba con uno de los chavales que la habían estado acosando en la academia cuando era pequeña. ¡Y él estaba con ellos! Ayame se tapó la boca con ambas manos, tratando de contener un sollozo.
«¡No! ¡Espera! ¡No tiene sentido!» Se dijo, sacudiendo la cabeza. ¡Nada de aquello tenía sentido! ¿Cómo iba a estar Daruu con esos chicos? ¡El Daruu que ella conocía detestaba la crueldad por encima de todo! Habían formado equipo juntos, habían realizado un montón de misiones como el Equipo Kori, habían compartido muchos momentos juntos... Le dijo que la quería por lo que era... ¡El Daruu que ella conocía no habría hecho algo así! ¿Si no, qué razón iba a tener para arriesgar su vida en Uzushiogakure para salvarla? Además, ¿qué era eso de que iba a matar a la Arashikage?
Todo aquello no tenía sentido. No era más que una farsa. Tenía que serlo.
No podía ser su Daruu.
No podía ser...
Porque si lo era... Lo habría perdido todo.
Ayame cerró los ojos durante un instante y unas últimas lágrimas rodaron por sus mejillas antes de que su cuerpo se volviera líquido y cayera con suavidad sobre el suelo. Desde ahí, se movería lentamente, adentrándose en el callejón para poder ver y escuchar lo que estaba ocurriendo de verdad ahí dentro. Camuflada como estaba, pasaría desapercibida a ojos ajenos: no sería más que un charco mezclado entre tantos otros.
—Está bien.
«¿Daruu-kun?» Pensó, sobresaltada. Se dio la vuelta, con las energías súbitamente recargadas. La voz provenía de un callejón que acababa de sobrepasar y avanzó hacia allí con el corazón acelerado. Después de lo que acababa de sufrir, lo que más le apetecía en aquellos momentos era abrazarle, perderse en sus ojos violetas y refugiarse en su pecho como solía hacer. Pero entonces...
—Pero debemos hacerlo más tarde. De noche. Yui es un hueso duro de roer. Si queremos matarla...
«¿Eh...?» Ayame se detuvo en seco, confundida, y se apoyó en la pared para escuchar mejor. ¿Matar a la Arashikage? Tenía que haberlo entendido mal.
—¡Ssssssh! Calla, idiota, ¿no ves que puede oirnos alguien? —No estaba solo y aquella voz le daba muy malas vibraciones, pero no terminaba de ubicarla entre sus recuerdos.
—Perdón, perdón. Es que estoy nervioso. Tanto tiempo planeando esto... Tantos secretos guardados...
—Imagino que habrá sido difícil, ¿eh? Tu madre era buena oliendo clavos sueltos.
—No habría podido sospechar de su hijito. Afortunadamente, esto está por terminar. Una vez acabemos con todo, podremos salir del agujero. Ah, hablando de secretos. ¿A que no sabes el paripé que me he montado para reducir aún más las sospechas? Ando saliendo con el mismísimo tesorito de Yui. Con el alien, tío, ¿te lo puedes creer?
El mundo se convulsionó a su alrededor. La mano de Ayame tembló violentamente.
«¿Con el... alien...?» Repitió para sus adentros. Le habría gustado autoconvencerse de que había vuelto a escuchar mal, pero entonces el otro chico soltó una estridente carcajada.
—Venga va, hombre. ¡No me jodas! ¿Con el alien? ¡Jajaja! ¿Cómo eres capaz tronco? Si tú mismo le pusiste el mote!
Una nueva puñalada contra su ya herido espíritu y su corazón chilló de dolor al resquebrajarse en su pecho. Fue entonces terminó de reconocer la voz que acompañaba a su pareja: Daruu estaba con uno de los chavales que la habían estado acosando en la academia cuando era pequeña. ¡Y él estaba con ellos! Ayame se tapó la boca con ambas manos, tratando de contener un sollozo.
«¡No! ¡Espera! ¡No tiene sentido!» Se dijo, sacudiendo la cabeza. ¡Nada de aquello tenía sentido! ¿Cómo iba a estar Daruu con esos chicos? ¡El Daruu que ella conocía detestaba la crueldad por encima de todo! Habían formado equipo juntos, habían realizado un montón de misiones como el Equipo Kori, habían compartido muchos momentos juntos... Le dijo que la quería por lo que era... ¡El Daruu que ella conocía no habría hecho algo así! ¿Si no, qué razón iba a tener para arriesgar su vida en Uzushiogakure para salvarla? Además, ¿qué era eso de que iba a matar a la Arashikage?
Todo aquello no tenía sentido. No era más que una farsa. Tenía que serlo.
No podía ser su Daruu.
No podía ser...
Porque si lo era... Lo habría perdido todo.
Ayame cerró los ojos durante un instante y unas últimas lágrimas rodaron por sus mejillas antes de que su cuerpo se volviera líquido y cayera con suavidad sobre el suelo. Desde ahí, se movería lentamente, adentrándose en el callejón para poder ver y escuchar lo que estaba ocurriendo de verdad ahí dentro. Camuflada como estaba, pasaría desapercibida a ojos ajenos: no sería más que un charco mezclado entre tantos otros.