28/09/2018, 02:51
Hubo algo que le pasó desapercibido en el pergamino de Muñeca y que, al abrir el de Ryū, le saltó de inmediato.
Ryūgū-jō parecía ser una locación que compartían como refugio. En ninguno de los informes individuales decía más sobre aquello, así que en teoría iba a ser tarea suya la de indagar si Ryūgū-jō estaba dentro de Hibakari o no. Esa era su primera asignación.
Luego, se arrojó de lleno al contenido que relataba los inicios de ese hombre. Confirmando así sus sospechas de que fue uno de los primero cabeza de dragón junto a su esposa, a la que no tardó en asesinar en cuanto tuvo la oportunidad de acabar con las cadenas que le retenían, expandiendo así sus alas para traer la noche con su vuelo por sobre Mizu no Kuni durante los años siguientes.
Un versado usuario del taijutsu, a su vez, del Raiton. Su puta debilidad.
Aquello le acojonaba, ¿para qué mentir?
Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza, espabilándose. Leyó el pergamino de pie a cabeza una vez más, y otra, y otra. Y otra más, por si las dudas.
Y creyó conveniente hacerlo con cada uno de los anteriores. Si quería convencer a Hageshi de que estaba listo, no podía aparentar estarlo. No iba a bastar.
Sólo quedaba uno. Un informe. La recolección de todos los datos relevantes de la mafia en un solo papel.
Era hora de conocer a profundidad quién era Dragón Rojo. Ésta vez, de verdad.
Ryūgū-jō parecía ser una locación que compartían como refugio. En ninguno de los informes individuales decía más sobre aquello, así que en teoría iba a ser tarea suya la de indagar si Ryūgū-jō estaba dentro de Hibakari o no. Esa era su primera asignación.
Luego, se arrojó de lleno al contenido que relataba los inicios de ese hombre. Confirmando así sus sospechas de que fue uno de los primero cabeza de dragón junto a su esposa, a la que no tardó en asesinar en cuanto tuvo la oportunidad de acabar con las cadenas que le retenían, expandiendo así sus alas para traer la noche con su vuelo por sobre Mizu no Kuni durante los años siguientes.
Un versado usuario del taijutsu, a su vez, del Raiton. Su puta debilidad.
Aquello le acojonaba, ¿para qué mentir?
Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza, espabilándose. Leyó el pergamino de pie a cabeza una vez más, y otra, y otra. Y otra más, por si las dudas.
Y creyó conveniente hacerlo con cada uno de los anteriores. Si quería convencer a Hageshi de que estaba listo, no podía aparentar estarlo. No iba a bastar.
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Sólo quedaba uno. Un informe. La recolección de todos los datos relevantes de la mafia en un solo papel.
Era hora de conocer a profundidad quién era Dragón Rojo. Ésta vez, de verdad.