28/09/2018, 15:17
—Sí, un regalo —afirmó Kōri, acariciándose la barbilla con gesto pensativo. Aunque no dejaban de ser elucubraciones de algo que no sabían con seguridad—. ¿Pero de quién? ¿Por qué esconderlo? No parece que tenga mucho valor monetario. ¿Valor sentimental? Puede ser, pero ¿por qué en la cocina?
—Bueno, la cocina es el lugar más reservado del restaurante... Si no quería que se lo quitaran, me parece el mejor lugar para guardarlo —supuso Ayame, encogiéndose de hombros.
—No sé. Todo me huele raro —aseveró—. Yo creo que deberíamos guardárnosla. Por si acaso. Quién sabe si pudiera servirnos de pista o preguntar a alguien por ella en el futuro.
—Estoy de acuerdo —asintió Daruu—. La guardaré en el portaobjetos.
Siguieron buscando durante varios minutos más, pero no encontraron nada más que fuera reseñable, por lo que acudieron a los otros dos puntos que habían visitado. Incluso acompañaron a Ayame a subir a la azotea; pero, como ella anteriormente, no encontraron nada más.
—Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó Daruu, de vuelta en el callejón donde habían encontrado el cadáver del gato y que, para desazón de Ayame, seguía allí tirado de cualquier manera.
—Está anocheciendo. Como os he dicho, deberíamos mantenernos a la espera de noticias del forense —Kōri estiró los brazos y se volvió hacia su alicaída hermana—. ¿Volvemos a casa, Ayame?
Ella asintió casi a regañadientes.
—Sí... será lo mejor. —Si ya de por sí la noche era terrorífica para ella, estar buscando pistas sobre un asesinato a oscuras no era un plan que se le antojara para nada apetecible.
—Bueno, la cocina es el lugar más reservado del restaurante... Si no quería que se lo quitaran, me parece el mejor lugar para guardarlo —supuso Ayame, encogiéndose de hombros.
—No sé. Todo me huele raro —aseveró—. Yo creo que deberíamos guardárnosla. Por si acaso. Quién sabe si pudiera servirnos de pista o preguntar a alguien por ella en el futuro.
—Estoy de acuerdo —asintió Daruu—. La guardaré en el portaobjetos.
Siguieron buscando durante varios minutos más, pero no encontraron nada más que fuera reseñable, por lo que acudieron a los otros dos puntos que habían visitado. Incluso acompañaron a Ayame a subir a la azotea; pero, como ella anteriormente, no encontraron nada más.
—Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó Daruu, de vuelta en el callejón donde habían encontrado el cadáver del gato y que, para desazón de Ayame, seguía allí tirado de cualquier manera.
—Está anocheciendo. Como os he dicho, deberíamos mantenernos a la espera de noticias del forense —Kōri estiró los brazos y se volvió hacia su alicaída hermana—. ¿Volvemos a casa, Ayame?
Ella asintió casi a regañadientes.
—Sí... será lo mejor. —Si ya de por sí la noche era terrorífica para ella, estar buscando pistas sobre un asesinato a oscuras no era un plan que se le antojara para nada apetecible.