28/09/2018, 16:03
Daruu levantó sus ojos púrpura hacia la anciana, que le sostuvo la mirada sin parpadear. Se lo pensó durante unos instantes, y entonces respondió:
—En otras circunstancias, quizás hubiera aceptado sin dudarlo —dijo—. Pero si lo que mi sensei está intentando es inculcarme calma y paciencia, quizás debiera esperarle. Puede ser que lo que quiera que haga sea eso, y no quiero decepcionarle. No obstante, escucharé qué tiene que decirme. ¿Cómo podría ayudarme usted?
Ella volvió a soltar esa risilla suya. Levantó una mano con la palma hacia arriba y entonces, sobre esta, brotó una pequeña chispa que se transformó en una bola de fuego de un brillante color azul. El calor que emanaba aquella estrella en miniatura llegó hasta las mejillas del shinobi, lamiéndolas. Los gatos a su alrededor se volvieron para mirarla, pero ninguno de ellos pareció alarmarse ante aquel espectáculo. Debían de estar más que acostumbrados.
—Fuego, chico. El fuego derrite el hielo. Pero todos sabemos que ese hielo no es uno normal y corriente, ¿no es así? Ah, pero mi fuego tampoco lo es —le reveló, señalando con su mano libre hacia las esposas del chico, que habían comenzado a sudar sin remedio. Sin embargo, antes de que comenzaran a derretirse y pudiera liberarse, la mujer hizo desaparecer la llamarada cerrando el puño sobre ella—. Oh, pero si prefieres quedarte esperando durante horas... o días... o semanas... o meses... lo entenderé perfectamente.
—En otras circunstancias, quizás hubiera aceptado sin dudarlo —dijo—. Pero si lo que mi sensei está intentando es inculcarme calma y paciencia, quizás debiera esperarle. Puede ser que lo que quiera que haga sea eso, y no quiero decepcionarle. No obstante, escucharé qué tiene que decirme. ¿Cómo podría ayudarme usted?
Ella volvió a soltar esa risilla suya. Levantó una mano con la palma hacia arriba y entonces, sobre esta, brotó una pequeña chispa que se transformó en una bola de fuego de un brillante color azul. El calor que emanaba aquella estrella en miniatura llegó hasta las mejillas del shinobi, lamiéndolas. Los gatos a su alrededor se volvieron para mirarla, pero ninguno de ellos pareció alarmarse ante aquel espectáculo. Debían de estar más que acostumbrados.
—Fuego, chico. El fuego derrite el hielo. Pero todos sabemos que ese hielo no es uno normal y corriente, ¿no es así? Ah, pero mi fuego tampoco lo es —le reveló, señalando con su mano libre hacia las esposas del chico, que habían comenzado a sudar sin remedio. Sin embargo, antes de que comenzaran a derretirse y pudiera liberarse, la mujer hizo desaparecer la llamarada cerrando el puño sobre ella—. Oh, pero si prefieres quedarte esperando durante horas... o días... o semanas... o meses... lo entenderé perfectamente.