28/09/2018, 16:40
La anciana rio, y levantó la palma de la mano hacia el cielo. Daruu siguió con la mirada la arrugada extremidad de la anciana, y dio un bote cuando de pronto una chispa estalló en una esfera de un extraño fuego de fulgor azul. El brillo se vio reflejado en los fascinados ojos del muchacho, quien enseguida se dio cuenta de que algo frío y húmedo le salpicaba las puntas de los dedos de los pies. Miró hacia abajo. Eran las esposas, derritiéndose.
La anciana intervino.
—Fuego, chico. El fuego derrite el hielo. Pero todos sabemos que ese hielo no es uno normal y corriente, ¿no es así? Ah, pero mi fuego tampoco lo es —le reveló, señalando con su mano libre hacia las esposas del chico, que habían comenzado a sudar sin remedio. Sin embargo, antes de que comenzaran a derretirse y pudiera liberarse, la mujer hizo desaparecer la llamarada cerrando el puño sobre ella—. Oh, pero si prefieres quedarte esperando durante horas... o días... o semanas... o meses... lo entenderé perfectamente.
Daruu intercambió una mirada nerviosa entre las esposas y la anciana, una y otra vez. Apretó la mandíbula y los párpados cerrados, sin saber bien qué decisión tomar. Al final, como si le doliera hacerlo, acercó poco a poco las esposas a la anciana.
—Haga lo que tenga que hacer. —«¿Quién coño es esta tipa? ¿No será ella la criminal, no? Ese fuego azul... ¿un Kekkei Genkai?» Sentía una mezcla algo excitante entre ansiedad prudente y curiosidad.
La anciana intervino.
—Fuego, chico. El fuego derrite el hielo. Pero todos sabemos que ese hielo no es uno normal y corriente, ¿no es así? Ah, pero mi fuego tampoco lo es —le reveló, señalando con su mano libre hacia las esposas del chico, que habían comenzado a sudar sin remedio. Sin embargo, antes de que comenzaran a derretirse y pudiera liberarse, la mujer hizo desaparecer la llamarada cerrando el puño sobre ella—. Oh, pero si prefieres quedarte esperando durante horas... o días... o semanas... o meses... lo entenderé perfectamente.
Daruu intercambió una mirada nerviosa entre las esposas y la anciana, una y otra vez. Apretó la mandíbula y los párpados cerrados, sin saber bien qué decisión tomar. Al final, como si le doliera hacerlo, acercó poco a poco las esposas a la anciana.
—Haga lo que tenga que hacer. —«¿Quién coño es esta tipa? ¿No será ella la criminal, no? Ese fuego azul... ¿un Kekkei Genkai?» Sentía una mezcla algo excitante entre ansiedad prudente y curiosidad.