28/09/2018, 18:23
(Última modificación: 28/09/2018, 18:23 por Aotsuki Ayame.)
—¿Es necesario que te hayas vuelto así de insolente, o es un producto secundario de haberte vuelto más segura de ti misma? —replicó él, y Ayame se sonrojó, intimidada—. No se si alegrarme o enfadarme, y eso sólo me pone más nervioso. Me acabas de recordar a Karoi.
—Puede que entonces sea un producto secundario de haber estado entrenando con él —se atrevió a bromear, sin embargo.
—Creo que sabes hacer Genjutsu, en caso contrario no serías hija mía —sentenció Zetsuo, pero Ayame torció el gesto. Su hermano era un completo negado para el Genjutsu y seguía siendo tan hijo suyo como ella, pero no quería desafiar su suerte y calló—. Sabes de sobra que es un arte sutil y controlado. Todo lo que hagas de forma adicional es una "licencia creativa", o más bien un instrumento para afectar a la mente y al corazón débil de la víctima.
«"Débil".» Repitió Ayame para sus adentros, chasqueando la lengua con evidente irritabilidad. Entrecerró los ojos y le dirigió a Zetsuo una breve mirada por el rabillo del ojo.
No se había olvidado de la promesa que se hizo a sí misma. Ambos tenían cuentas pendientes para cuando consiguiera el chaleco de rango medio y esa placa plateada, y no pensaba rendirse hasta haberlo conseguido.
Poco después llegaron al apartamento. La Pastelería de Kiroe seguía cerrada y, como cada vez que pasaba frente a ella, se le encogía el corazón al verla tan triste y solitaria. Zetsuo abrió la puerta del portal y, acelerando el paso, se dirigieron hacia el ascensor. No compartieron más palabras en aquel trayecto hasta el décimo piso y, cuando entraron en casa al fin, Ayame se dirigió con pasos pesados y cansados hacia el cuarto de baño para darse una buena ducha y después acostarse para dormir a pierna suelta... Aquella noche, y las que le siguieron, fueron las peores que pasó en mucho, mucho tiempo. Cada vez que cerraba los ojos las imágenes de un Daruu sin ojos e inundado de sangre se dibujaban en su imaginación y Ayame se despertaba una y otra vez entre sollozos y chillidos de terror, envuelta en una capa de sudor.
—Puede que entonces sea un producto secundario de haber estado entrenando con él —se atrevió a bromear, sin embargo.
—Creo que sabes hacer Genjutsu, en caso contrario no serías hija mía —sentenció Zetsuo, pero Ayame torció el gesto. Su hermano era un completo negado para el Genjutsu y seguía siendo tan hijo suyo como ella, pero no quería desafiar su suerte y calló—. Sabes de sobra que es un arte sutil y controlado. Todo lo que hagas de forma adicional es una "licencia creativa", o más bien un instrumento para afectar a la mente y al corazón débil de la víctima.
«"Débil".» Repitió Ayame para sus adentros, chasqueando la lengua con evidente irritabilidad. Entrecerró los ojos y le dirigió a Zetsuo una breve mirada por el rabillo del ojo.
No se había olvidado de la promesa que se hizo a sí misma. Ambos tenían cuentas pendientes para cuando consiguiera el chaleco de rango medio y esa placa plateada, y no pensaba rendirse hasta haberlo conseguido.
Poco después llegaron al apartamento. La Pastelería de Kiroe seguía cerrada y, como cada vez que pasaba frente a ella, se le encogía el corazón al verla tan triste y solitaria. Zetsuo abrió la puerta del portal y, acelerando el paso, se dirigieron hacia el ascensor. No compartieron más palabras en aquel trayecto hasta el décimo piso y, cuando entraron en casa al fin, Ayame se dirigió con pasos pesados y cansados hacia el cuarto de baño para darse una buena ducha y después acostarse para dormir a pierna suelta... Aquella noche, y las que le siguieron, fueron las peores que pasó en mucho, mucho tiempo. Cada vez que cerraba los ojos las imágenes de un Daruu sin ojos e inundado de sangre se dibujaban en su imaginación y Ayame se despertaba una y otra vez entre sollozos y chillidos de terror, envuelta en una capa de sudor.