29/09/2018, 11:16
Pero el muchacho era un hueso duro de roer, más tozudo que una mula, y no dudaba en demostrarlo a cada oportunidad que se le presentaba:
—Pero vamos a ver. Te repito que en cuanto me vea un jounin u otro chuunin me llevan al puñetero calabozo, y ni encuentro a tu gato ni me quitan las esposas —Suspiró con amargura—. De modo que vamos a hacer una cosa. Yo le dejo algo, lo que sea. Mi placa de chuunin, mi placa de shinobi. ¡Mire hasta dónde llego! Usted me quita las esposas, yo busco a su gato y se lo traigo, y usted me devuelve mi identificativo. —Se encogió de hombros—. Hasta un genin puede usar Ninjutsu como apoyo en la recuperación de un animal, pero míreme a mi. No puedo ni juntar las manos para hacer sellos. ¿Qué me dice, eh?
—Mira el lado bueno, en el calabozo tendrás tiempo de soooobra para esperar que se te derritan las esposas —rio la anciana, inclinándose hacia él y sus ojos dorados destellaron en la penumbra—. ¿Y qué me dice que no saldrás corriendo en cuanto te quite las esposas? ¿Qué me asegura que aunque me des tus cosas no informarás a los altos cargos de tu aldea de que, simplemente y por casualidad, se te han perdido tus identificativos como ninja y necesitas que te los repongan? No, chico. Si vas a ir, irás con esas esposas en tus manos. Recupera a mi pequeño, y entonces hablaremos de negocios.
Desde luego Daruu tenía bastante labia, pero aquella anciana no era una cualquiera. Y su presencia iba creciendo por momentos. Junto a ella, el gato negro maulló.
—Pero vamos a ver. Te repito que en cuanto me vea un jounin u otro chuunin me llevan al puñetero calabozo, y ni encuentro a tu gato ni me quitan las esposas —Suspiró con amargura—. De modo que vamos a hacer una cosa. Yo le dejo algo, lo que sea. Mi placa de chuunin, mi placa de shinobi. ¡Mire hasta dónde llego! Usted me quita las esposas, yo busco a su gato y se lo traigo, y usted me devuelve mi identificativo. —Se encogió de hombros—. Hasta un genin puede usar Ninjutsu como apoyo en la recuperación de un animal, pero míreme a mi. No puedo ni juntar las manos para hacer sellos. ¿Qué me dice, eh?
—Mira el lado bueno, en el calabozo tendrás tiempo de soooobra para esperar que se te derritan las esposas —rio la anciana, inclinándose hacia él y sus ojos dorados destellaron en la penumbra—. ¿Y qué me dice que no saldrás corriendo en cuanto te quite las esposas? ¿Qué me asegura que aunque me des tus cosas no informarás a los altos cargos de tu aldea de que, simplemente y por casualidad, se te han perdido tus identificativos como ninja y necesitas que te los repongan? No, chico. Si vas a ir, irás con esas esposas en tus manos. Recupera a mi pequeño, y entonces hablaremos de negocios.
Desde luego Daruu tenía bastante labia, pero aquella anciana no era una cualquiera. Y su presencia iba creciendo por momentos. Junto a ella, el gato negro maulló.