7/10/2018, 21:55
(Última modificación: 7/10/2018, 21:56 por Aotsuki Ayame.)
Y no había dado siquiera dos pasos cuando lo escuchó. Una melodía suave, una melodía de flauta. Una melodía que ella conocía muy bien. Una melodía que ambas habían tocado en aquel mismo lugar un año atrás.
«No puedes estar haciéndome esto...» Se lamentó, frotándose las mejillas para apartar las lágrimas que se ahora se desbordaban desde sus ojos. Y entonces recordó las palabras de su padre, unas palabras que ella se empeñaba en desdeñar pero que en aquel momento no podía negar:
Ayame suspiró, con un doloroso nudo en la garganta. Aquella melodía parecía haber atrapado sus pies con hilos invisibles. No dejaba de preguntarse una y otra vez qué debía hacer, cómo debía actuar. Si Daruu o su padre la vieran en aquellos momentos, dudando de nuevo como una chiquilla, sin duda la devolverían a la aldea arrastrándola de la oreja. Apesadumbrada y sin dejar de llorar, Ayame agachó la cabeza y se deshizo de los hilos para seguir avanzando y perderse girando hacia un callejón aledaño...
Y entonces Eri escuchó una voz justo detrás de ella, cantando con voz apagada y triste como un árbol en invierno:
—♫Eres las olas grises del mar...♫
Pero al volverse descubriría que no había absolutamente nadie con ella.
«No puedes estar haciéndome esto...» Se lamentó, frotándose las mejillas para apartar las lágrimas que se ahora se desbordaban desde sus ojos. Y entonces recordó las palabras de su padre, unas palabras que ella se empeñaba en desdeñar pero que en aquel momento no podía negar:
«Los sentimientos nos hacen débiles.»
Ayame suspiró, con un doloroso nudo en la garganta. Aquella melodía parecía haber atrapado sus pies con hilos invisibles. No dejaba de preguntarse una y otra vez qué debía hacer, cómo debía actuar. Si Daruu o su padre la vieran en aquellos momentos, dudando de nuevo como una chiquilla, sin duda la devolverían a la aldea arrastrándola de la oreja. Apesadumbrada y sin dejar de llorar, Ayame agachó la cabeza y se deshizo de los hilos para seguir avanzando y perderse girando hacia un callejón aledaño...
Y entonces Eri escuchó una voz justo detrás de ella, cantando con voz apagada y triste como un árbol en invierno:
—♫Eres las olas grises del mar...♫
Pero al volverse descubriría que no había absolutamente nadie con ella.