22/09/2015, 21:08
(Última modificación: 22/09/2015, 21:11 por Uzumaki Eri.)
Eri volvió a mirar al joven ahora con una mirada llena de dolor. ¿Cómo podía haber dicho algo así? No, definitivamente ese no era el Nabi que conoció, él no habría dicho algo así, ¿o sí? Estaba muy confusa en ese momento, incluso cuando Mike la placó contra el sofá y ella no alcanzó a abrazarlo para que no impactase contra su pecho seguía pensativa. Confusión, pensamientos, confusión... ¿Quién era el chico que se encontraba frente a ella?
-¿Te estás escuchando? - Le recriminó, levantándose del sofá tan bruscamente que el can saltó al suelo antes de impactar el mismo contra él. Aún así la kunoichi de cabellos azules no pareció darse cuenta, mientras se mordía el labio con tanta fuerza que la sangre ya comenzaba a brotar de él. Yuna de nuevo posó su mirada en el suelo, mientras apretaba los dedos de sus manos en la fina tela de su vestido, revolviéndolo. Eri cerró el puño y bajó la mirada, ocultándola con su flequillo. - ¡Sabes lo que hizo Yuna por protegernos, nos cuidó y hasta dejó de comer para poder darnos comida que llevarnos a la boca! Toda la desgracia del orfanato no fue más que idea del superior, ¡no de ella! ¿Qué podría haber hecho? ¿Eh? - Chilló, mientras pequeñas lágrimas se formaban en sus ojos y amenazaban en desplazarse por las mejillas hinchadas de la joven. - Puede que esos niños que mencionas fueron vendidos ilegalmente, puede que algunos llevasen mejor vida, como llevé yo, o puede que otros incluso estén mejor así, bajo tierra, ¡descansando en paz! - Siguió hablando, con el mismo tono que había elevado anteriormente. -Pero... ¿Y qué hay de las segundas oportunidades para quién las merece? Más vale tarde que nunca, ¿sabes, Uchiha? - Siguió hablando, ya sin pensar en lo que salía por entre sus labios, con las lágrimas bailando libremente por su cara. - Yuna intentó todo por nuestra seguridad... Pensó en nosotros. ¿Y tú qué estás haciendo ahora mismo? ¿Buscar una venganza que no te llenará en lo más mínimo? - Soltó la bomba, tal cual. Entonces subió su rostro y le miró a los ojos firmemente, llena de ira y dolor. - Pues adelante, ve y acaba con su vida, ¡pero olvídate de la mía! - Y con ello dio media vuelta, abrió la puerta y se fue dando un portazo.
Acompañada de la lluvia y sus pensamientos contradictorios más las maldiciones interiores que se lanzaba por ser tan bocazas y hablar antes de pensar, corrió por las calles de la Villa Oculta del Remolino, en busca de un lugar lejos de la casa del portador del sharingan. Estaba segura de que no la seguiría, pero aún así se quería alejar lo más posible, para calmar el dolor de su pecho y dejar de llorar. Así cuando llegó al campo de entrenamiento sin quererlo ni saberlo, se acercó a uno de los árboles que allí se encontraba y se subió a una de las ramas, donde el agua le llegaba de forma escasa.
'' Que te jodan, Uchiha.''
Por otra parte, la mujer de cabellos canos había recogido al can del suelo, intentando en vano calmar al perro ya que cuando vio a la kunoichi de cabellos azules salir corriendo comenzó a ladrar y a lanzar gemidos de tristeza hacia la puerta. Miró a Nabi con una sonrisa triste, dejó un paquete del tamaño de su mano que traía en su pequeña bolsa sobre la mesa del rubio y añadió. - Le encontrarás donde le viste por última vez, volvió cuando dejaron de buscarle. - Confesó. - Daba igual cuantas veces intentase ayudaros, mi amor por aquel hombre sin sentimientos era mayor que cualquier acción lógica, ¡qué equivocada estaba! El amor nos hace débiles, joven. - Dijo más para ella que para él, mientras caminaba hacia la puerta. - Pero también llena huecos que el odio y el rencor no pueden llenar. - Giró el pomo de la puerta, y antes de abandonar la sala, susurró. - Cuídate, Nabi-kun, voy al cementerio a orar por los chicos a los que no pude salvar. - Dejó al perro en el suelo, y se fue.
El sonido de la puerta al cerrarse suavemente sería lo último que escuchase Nabi antes de quedarse solo en su casa, con la compañía del perro Mike, quien lo miraba con el hocico fruncido.
-¿Te estás escuchando? - Le recriminó, levantándose del sofá tan bruscamente que el can saltó al suelo antes de impactar el mismo contra él. Aún así la kunoichi de cabellos azules no pareció darse cuenta, mientras se mordía el labio con tanta fuerza que la sangre ya comenzaba a brotar de él. Yuna de nuevo posó su mirada en el suelo, mientras apretaba los dedos de sus manos en la fina tela de su vestido, revolviéndolo. Eri cerró el puño y bajó la mirada, ocultándola con su flequillo. - ¡Sabes lo que hizo Yuna por protegernos, nos cuidó y hasta dejó de comer para poder darnos comida que llevarnos a la boca! Toda la desgracia del orfanato no fue más que idea del superior, ¡no de ella! ¿Qué podría haber hecho? ¿Eh? - Chilló, mientras pequeñas lágrimas se formaban en sus ojos y amenazaban en desplazarse por las mejillas hinchadas de la joven. - Puede que esos niños que mencionas fueron vendidos ilegalmente, puede que algunos llevasen mejor vida, como llevé yo, o puede que otros incluso estén mejor así, bajo tierra, ¡descansando en paz! - Siguió hablando, con el mismo tono que había elevado anteriormente. -Pero... ¿Y qué hay de las segundas oportunidades para quién las merece? Más vale tarde que nunca, ¿sabes, Uchiha? - Siguió hablando, ya sin pensar en lo que salía por entre sus labios, con las lágrimas bailando libremente por su cara. - Yuna intentó todo por nuestra seguridad... Pensó en nosotros. ¿Y tú qué estás haciendo ahora mismo? ¿Buscar una venganza que no te llenará en lo más mínimo? - Soltó la bomba, tal cual. Entonces subió su rostro y le miró a los ojos firmemente, llena de ira y dolor. - Pues adelante, ve y acaba con su vida, ¡pero olvídate de la mía! - Y con ello dio media vuelta, abrió la puerta y se fue dando un portazo.
Acompañada de la lluvia y sus pensamientos contradictorios más las maldiciones interiores que se lanzaba por ser tan bocazas y hablar antes de pensar, corrió por las calles de la Villa Oculta del Remolino, en busca de un lugar lejos de la casa del portador del sharingan. Estaba segura de que no la seguiría, pero aún así se quería alejar lo más posible, para calmar el dolor de su pecho y dejar de llorar. Así cuando llegó al campo de entrenamiento sin quererlo ni saberlo, se acercó a uno de los árboles que allí se encontraba y se subió a una de las ramas, donde el agua le llegaba de forma escasa.
'' Que te jodan, Uchiha.''
Por otra parte, la mujer de cabellos canos había recogido al can del suelo, intentando en vano calmar al perro ya que cuando vio a la kunoichi de cabellos azules salir corriendo comenzó a ladrar y a lanzar gemidos de tristeza hacia la puerta. Miró a Nabi con una sonrisa triste, dejó un paquete del tamaño de su mano que traía en su pequeña bolsa sobre la mesa del rubio y añadió. - Le encontrarás donde le viste por última vez, volvió cuando dejaron de buscarle. - Confesó. - Daba igual cuantas veces intentase ayudaros, mi amor por aquel hombre sin sentimientos era mayor que cualquier acción lógica, ¡qué equivocada estaba! El amor nos hace débiles, joven. - Dijo más para ella que para él, mientras caminaba hacia la puerta. - Pero también llena huecos que el odio y el rencor no pueden llenar. - Giró el pomo de la puerta, y antes de abandonar la sala, susurró. - Cuídate, Nabi-kun, voy al cementerio a orar por los chicos a los que no pude salvar. - Dejó al perro en el suelo, y se fue.
El sonido de la puerta al cerrarse suavemente sería lo último que escuchase Nabi antes de quedarse solo en su casa, con la compañía del perro Mike, quien lo miraba con el hocico fruncido.