11/10/2018, 15:19
Pese a las protestas de Ayame, los labios de Daruu siguieron sellados durante todo el descenso. El muchacho apoyó la mano encima de la cabeza de la kunoichi y le revolvió los cabellos lentamente, con cariño, mientras mantenía fija la mirada en un horizonte inexistente, cargada de un brillo especial, uno que Ayame no había visto desde que había perdido los ojos.
El ascensor pitó y las puertas se abrieron. Una vez más sin decir palabra, el muchacho salió al portal y de ahí a la calle, girando a la izquierda para dirigirse a la Pastelería de Kiroe-chan que...
...estaba abierta, y abarrotada de gente. Un murmullo incesante vibraba con el cristal como vehículo, y un agradable olor les invadió al momento con nostalgia. Daruu abrió la puerta y dejó que Ayame pasara primero.
—Adelante. Tu familia está sentada en la mesa del fondo.
Pero cuando Ayame entrara dentro de la cafetería, la primera a la que se encontraría sería a la propia Kiroe-chan, que le sonreía mirándola con unos brillantes y muy sanos ojos de color púrpura.
—¡Ayame-chan! —exclamó, y se abalanzó sobre ella—. ¡Qué guapa estás, madre mía! No has cambiado nada, y a la vez has cambiado un montón. ¡Sorpresa!
El ascensor pitó y las puertas se abrieron. Una vez más sin decir palabra, el muchacho salió al portal y de ahí a la calle, girando a la izquierda para dirigirse a la Pastelería de Kiroe-chan que...
...estaba abierta, y abarrotada de gente. Un murmullo incesante vibraba con el cristal como vehículo, y un agradable olor les invadió al momento con nostalgia. Daruu abrió la puerta y dejó que Ayame pasara primero.
—Adelante. Tu familia está sentada en la mesa del fondo.
Pero cuando Ayame entrara dentro de la cafetería, la primera a la que se encontraría sería a la propia Kiroe-chan, que le sonreía mirándola con unos brillantes y muy sanos ojos de color púrpura.
—¡Ayame-chan! —exclamó, y se abalanzó sobre ella—. ¡Qué guapa estás, madre mía! No has cambiado nada, y a la vez has cambiado un montón. ¡Sorpresa!