11/10/2018, 19:09
Kazuma escucho una leve risilla y alzo la vista hacia la muchacha.
—. Lo siento, es que esperaba a que dijeras algo con más confianza, algo así como: "Yo te protegeré" o "Yo me encargaré de ello"— expresó haciendo las comillas con sus dedos —. No es que dude que tu bandana, sino de que hubiese sonado mucho mejor, y más masculino— no dijo nada más, no quería herir el orgullo de aquel muchacho.
—No te preocupes —respondió, sin mostrar señas de ofensa.
Era cierto que aquellas expresiones le hubiesen hecho verse mucho más heroico, como al protagonista de una novela de caballería; pero con él no iba aquello de querer ser un héroe. Se sentía más satisfecho con valores como la mesura en lugar de la nobleza y la serenidad en lugar de la solemnidad.
—Vamos— dejó el dinero en la mesa y entonces comenzó a caminar buscando la salida.
—Te sigo —dijo Kazuma, mientras dejaba el dinero en la mesa y hacía, en dirección al camarero, una leve inclinación a manera de despedida.
La ciudad les mostraba su cara nocturna, con la luna otoñal escabulléndose por las desnudas copas de los árboles. La iluminación artificial era abundante, como para evitar pasos en falso en los muchos caminos colgantes; y el viento soplaba con constancia y frialdad, agitando las ropas y alborotando los cabellos.
—¡Oh, mira eso, Mei-san! —exclamó, señalando un puente que se tendía delante de ellos—. Se ve un tanto peligroso, ¿no?
La larga estructura se mecía en un vaivén intimidante. Parecía estar en buenas condiciones, pero la inclinación de la calzada, el quejido de las sogas estrujadas y el crujir de los tablones, resultaban intimidantes. Y, sin embargo, aquel era el camino que debían de tomar si no querían dar un enorme y confuso rodeo.
—. Lo siento, es que esperaba a que dijeras algo con más confianza, algo así como: "Yo te protegeré" o "Yo me encargaré de ello"— expresó haciendo las comillas con sus dedos —. No es que dude que tu bandana, sino de que hubiese sonado mucho mejor, y más masculino— no dijo nada más, no quería herir el orgullo de aquel muchacho.
—No te preocupes —respondió, sin mostrar señas de ofensa.
Era cierto que aquellas expresiones le hubiesen hecho verse mucho más heroico, como al protagonista de una novela de caballería; pero con él no iba aquello de querer ser un héroe. Se sentía más satisfecho con valores como la mesura en lugar de la nobleza y la serenidad en lugar de la solemnidad.
—Vamos— dejó el dinero en la mesa y entonces comenzó a caminar buscando la salida.
—Te sigo —dijo Kazuma, mientras dejaba el dinero en la mesa y hacía, en dirección al camarero, una leve inclinación a manera de despedida.
La ciudad les mostraba su cara nocturna, con la luna otoñal escabulléndose por las desnudas copas de los árboles. La iluminación artificial era abundante, como para evitar pasos en falso en los muchos caminos colgantes; y el viento soplaba con constancia y frialdad, agitando las ropas y alborotando los cabellos.
—¡Oh, mira eso, Mei-san! —exclamó, señalando un puente que se tendía delante de ellos—. Se ve un tanto peligroso, ¿no?
La larga estructura se mecía en un vaivén intimidante. Parecía estar en buenas condiciones, pero la inclinación de la calzada, el quejido de las sogas estrujadas y el crujir de los tablones, resultaban intimidantes. Y, sin embargo, aquel era el camino que debían de tomar si no querían dar un enorme y confuso rodeo.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)