12/10/2018, 22:51
Pese a que la perpetua lluvia no permitía observar los rayos del sol, las agujas del reloj claramente anunciaban que se acercaba la hora acordada. El anciano de barba y bigotes largos cerró la tapa de su reloj de bolsillo antes de guadarlo, mientras una pequeña niña se divertía con las amarras de un animal de carga que halaba una carreta.
—Warakko, deja en paz al pobre burro— Le regañó el anciano mientras escondía sus brazos dentro de las mangas de su haori.
Atsuki Hirashi era de una estatura mediana y un rostro de pocos amigos, aunque debajo de esas arrugas se escondía un abuelito bastante consentidor. La pequeña Atsuki Warakko por su lado, apenas rozaba los escasos siete años, pero ese no le impedía acompañar a su abuelo durante sus travesías. Era una niña de cabellos castaños y cortos, con una cabeza redondeada y ojos verde intenso. A ella no parecía importarle la lluvia, pero el anciano estaba claramente incómodo aún portando una capa y botas impermeables.
Se encontraban a las puertas de Amegakure, esperando la llegada de los tres genin asignados. En este caso, sería el joven Karamaru quién llegaría de primero, adelantándose al otro par de novatos.
—Vaya, buenas tardes— Saludaría el anciano al calvo nomás le viese acercarse. —¿Eres uno de los shinobis que andaba esperando cierto? Llegaste temprano, me gusta que sean diligentes— Diría sin pelos en la lengua. —¿Dónde se supone que están los otros dos?— Preguntaría extrañado, ya que seguramente esperaba que llegasen todos juntos.
Karamaru y el anciano tendrían algo de tiempo para intercambiar algunas palabras antes de que Rōga llegase, justo a las doce en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. El Yotsuki se acercó caminando, no sin antes revisar por última vez sus ropajes para cerciorarse de que ningún chaye se hubiese incrustado en su ropa tras ser arrojado por la ventana. Estaba aliviado en parte, ya que si bien no había sido el primero en llegar tampoco era el último; no quería dar mala impresión en su primera misión.
—Hola— Saludó a secas —Vengo por la misión, supongo que usted es el cliente— Giró su vista hacia el anciano. —¿Y tú eres...?— Ladeó nuevamente la cabeza para observar al pelón.
El otro muchacho lucía especialmente fornido, sin miedo a esconder esos brazos bastante trabajados, además de presentar facciones masculinas bastante acentuadas que le daban un aire de madurez. "Parece que lo sacaron de una película de luchadores de artes marciales." Fue la mejor deducción que se le ocurrió en esos momentos.
No pasarían más de dos minutos antes de que llegara el último integrante del equipo, aunque el chico de los cabellos azulados no se percataría de la presencia del Hyuga al no estar prestando atención a sus espaldas. De hecho, el señor Hirashi tampoco estaba consciente de que Higeki se estaba acercando al lugar.
—Warakko, deja en paz al pobre burro— Le regañó el anciano mientras escondía sus brazos dentro de las mangas de su haori.
Atsuki Hirashi era de una estatura mediana y un rostro de pocos amigos, aunque debajo de esas arrugas se escondía un abuelito bastante consentidor. La pequeña Atsuki Warakko por su lado, apenas rozaba los escasos siete años, pero ese no le impedía acompañar a su abuelo durante sus travesías. Era una niña de cabellos castaños y cortos, con una cabeza redondeada y ojos verde intenso. A ella no parecía importarle la lluvia, pero el anciano estaba claramente incómodo aún portando una capa y botas impermeables.
Se encontraban a las puertas de Amegakure, esperando la llegada de los tres genin asignados. En este caso, sería el joven Karamaru quién llegaría de primero, adelantándose al otro par de novatos.
—Vaya, buenas tardes— Saludaría el anciano al calvo nomás le viese acercarse. —¿Eres uno de los shinobis que andaba esperando cierto? Llegaste temprano, me gusta que sean diligentes— Diría sin pelos en la lengua. —¿Dónde se supone que están los otros dos?— Preguntaría extrañado, ya que seguramente esperaba que llegasen todos juntos.
Karamaru y el anciano tendrían algo de tiempo para intercambiar algunas palabras antes de que Rōga llegase, justo a las doce en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. El Yotsuki se acercó caminando, no sin antes revisar por última vez sus ropajes para cerciorarse de que ningún chaye se hubiese incrustado en su ropa tras ser arrojado por la ventana. Estaba aliviado en parte, ya que si bien no había sido el primero en llegar tampoco era el último; no quería dar mala impresión en su primera misión.
—Hola— Saludó a secas —Vengo por la misión, supongo que usted es el cliente— Giró su vista hacia el anciano. —¿Y tú eres...?— Ladeó nuevamente la cabeza para observar al pelón.
El otro muchacho lucía especialmente fornido, sin miedo a esconder esos brazos bastante trabajados, además de presentar facciones masculinas bastante acentuadas que le daban un aire de madurez. "Parece que lo sacaron de una película de luchadores de artes marciales." Fue la mejor deducción que se le ocurrió en esos momentos.
No pasarían más de dos minutos antes de que llegara el último integrante del equipo, aunque el chico de los cabellos azulados no se percataría de la presencia del Hyuga al no estar prestando atención a sus espaldas. De hecho, el señor Hirashi tampoco estaba consciente de que Higeki se estaba acercando al lugar.