Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
9/10/2018, 23:32 (Última modificación: 4/03/2019, 13:37 por Amedama Daruu. Editado 5 veces en total.)
Era un día totalmente normal en Amegakure, con el agua de la lluvia escurriéndose desde los tejados hasta las canaletas. La única diferencia era que las temperaturas eran más bajas de lo habitual gracias al frío entrante del invierno. Quizás las lluvias eran más intensas, pero esta era poca o nula diferencia para los habitantes de la aldea. Era en medio de esta cotidianidad qué Rōga se encontraba acostado en el sofá de la sala de su casa, aburrido enfrente de la televisión. La única razón por la que no se levantaba a cambiar de canal era por la pereza que implicaba mover los músculos para levantarse. Toda su energía habitual se agotó tras regresar de sus viajes.
—Mocoso insensato...— Se asomó un hombre moreno de edad avanzada, apoyándose con un largo bastón. —¿No se suponía qué hoy precisamente ibas a salir a tú primera misión?— Le espetó.
—Ah, maldita sea, es cierto— Admitió mientras se estiraba para desperezarse, aunque seguía acostado. —Acabo de volver del País de la Tierra, no podríamos aplazarlo para dentro de, qué se yo, ¿una semana?— Remató la frase con un largo bostezo.
Una vena se remarcó en la frente del sujeto, apretando con fuerza su bastón mientras se acercaba a paso lento pero firme a dónde se hallaba el genin. Un escalofrío recorrió la espalda de Rōga al percatarse de ello, pero antes de poder abrir la boca para disculparse, fue tomado por el cuello y lanzado con brusquedad a través de la ventana que daba a la calle.
—¡VAS A SALIR AHORA MISMO!— Gritó a todo pulmón, mientras en la parte de afuera el joven Yotsuki trataba de reincorporarse.
—¡Oye! No era necese-PUM, se vió interrumpido por el impacto de una mochila mediamente pesada en su estómago. —Mira abuelo, yo-PLOC, nuevamente le cortaron lo que iba a decir, siendo esta vez un pergamino golpeándole en toda la frente.
—Ni una palabra más, te deben estar esperando a las puertas de la aldea— Dijo el anciano asomándose a través del cristal roto. —Tú lo pediste, ahora te haces responsable. Además de lo que recibas vas a pagar el vidrio— Le terminó de amenazar.
El de cabellos oscuros rechistó, poniéndose en pie mientras se echaba la mochila al hombro. "Qué ya iba ir yo de todos modos hombre." Quiso decirle, pero era mejor guardárselo si no quería llegar hecho añicos a su primera misión.
Se giró sobre sus talones, sonrió, y se puso en marcha hacia la salida de la aldea, mientras el retirado jounin le observaba alejarse. "Veamos de qué se trata" Abrió entonces el pergamino, esperando ver que le deparaba durante la jornada.
Misión D: La comitiva helada
Solicitante: Atsuki Hirashi Lugar: Tierras Nevadas del Norte El señor Hirashi es un importante comerciante que se dedica a importar y exportar cargamentos de artesanías y pieles en su natal Fukui, un pueblo escondido entre las blancas montañas norteñas. Sin embargo, con la llegada del invierno las condiciones climáticas han empeorado, causando que los senderos se viesen obstruidos por la nieve, además de una avalancha qué provocó la caída de varios árboles y rocas, dañando varias viviendas. Es por esto que el señor Hirashi a solicitado la ayuda de shinobis que le ayuden a remover los escombros y limpiar los caminos con el fin de hacerlos transitables nuevamente.
Los genin asignados a esta misión son: Habaki Karamaru, Hyūga Higeki y King Rōga, quienes deberán presentarse en la entrada de Amegakure al medio día, dónde el señor Hirashi y su nieta les indicarán el camino a seguir para llegar al poblado de Fukui.
Durante la misión, Habaki Karamaru será el capitán de la misión al ser el más experimentado de los tres.
Tras cerrar el pergamino se sintió un poco molesto, al darse cuenta que le estaban tratando cómo un novato. "No es que no lo sea, después de todo me gradué el mes pasado apenas, pero aún así es frustrante." se dijo mientras caminaba hacia el sitio indicado, esperando encontrarse con los que serían sus compañeros de equipo y con el cliente.
Hacia ya bastante tiempo que Higeki vivía bajo la tutela de Ai, tiempo en el que habían sucedido muchos cambios en las vidas de ambos, Higeki estaba comenzando a sentir la libertad por primera vez, sin estar todo el rato vigilado. Si se quedaba solo en aquella casa no pasaba nada e incluso si salia sin avisar nadie iba a buscarle y cuando volvía a la misma nadie le sometía a un interrogatorio. Junto a esta sensación de libertad también se había añadido otra, la de la disciplina. Todos los días debía entrenar las distintas habilidades que poseían los ninjas, desde las técnicas propias que le enseñaba Ai hasta a lanzar shurikens de forma correcta.
Aquel día lluvioso, como solía ser costumbre en Amegakure, Higeki esperaba una sorpresa. Hacia tiempo que Ai iba diciéndole que pronto iba a tener una sorpresa, hasta que, unos días antes le confirmo que seria hoy el día en el que la recibiría. EL joven pensaba en que podría ser libros, o quizás, le enseñaría alguna técnica nueva o algo por el estilo. Pero no podía estar mas alejado de la realidad, pues la sorpresa que le tenia preparada era bien diferente.
El joven se encontraba realizando sus ultimas practicas de meditación cuando escucho la puerta del piso abrirse, cosa que, debido a la sorpresa que esperaba, rompió su concentración y le hizo levantarse de un salto. Camino hacía fuera de aquella pequeña habitación que usaba para entrenar y después se dirigió por el largo pasillo hacia la entrada, donde se encontraba Ai cerrando la puerta. Nada mas verla una sonrisa tímida afloró en el rostro del joven.
La mujer se tornó hacia el joven mostrando una sonrisa amable mientras ocultaba detrás de su espalda un objeto, sujeto por ambas manos. Cuando Higeki, con cierta inocencia se acerco para saber que era, la mujer se aparto con un rápido movimiento y le impidió verlo al tiempo que soltaba una risa bastante dulce.
—No, no...aun no puedes verlo.— Dijo la mujer con cierta diversión.— Antes tienes que enseñarme si ya te sale bien usar el byakugan y luego te dejare verlo.
El joven al escucharla emitió un leve quejido, casi infantil, pero aun con la queja asintió suavemente con la cabeza.
—Si, ahora voy.—Afirmo no muy convencido. Instantes después cerro los ojos y los volvió a abrir, mostrando el byakugan en ellos, pero para cuando lo hizo la mujer que tenia delante tenia las manos vaciás y había un objeto volando por los aires, cayendo cerca de la espalda del joven.
—Rápido Higeki, agarralo.— Ordeno la mujer. Ante aquello el chico reacciono rápidamente y tomo aquel objeto, casi de forma automática.—Bien.—continuó diciendo la mujer antes de sonreirle con bastante suavidad por segunda vez.—Pero aun te falta un poco más para dominar el byakugan, tendrás que seguir practicando, pero antes abre el pergamino.
El joven tomo el pergamino y comenzó a leerlo. A medida que avanzaban las palabras por su mente su inseguridad aumentaba, sin duda alguna aquello era una misión y él nunca antes había realizado ninguna, cosa que lo ponía extremadamente nervoso. Al terminar de leer dirigió la mirada hacia la mujer y le tendió le pergamino.
—Pe-pero esto es una misión.—Dijo con visible nerviosismo antes de que Ai rechazara el pergamino con la mano y se lo devolviese a él.
—Si y es tu misión, así que ves preparándote para partir chiquitín.—Le contesto ella con una sonrisa antes de comenzar a empujar hacia fuera dela casa con suavidad pero a la vez con firmeza.
Al encontrarse el joven fuera de la casa a base de empujones y al saber que no podía rechazar aquella misión, Higeki comenzó a caminar hacia la salida del edificio, para, nada más salir poner dirección a la entrada de la aldea, con el fin de reunirse con sus compañeros.
No recordaba en realidad si alguna vez había pasado, pero para su memoria esa era la primera vez que un jounin golpeó a su puerta con tarea en mano. Karamaru hacía tiempo que se dedicaba a observar la ciudad desde el ventanal de su pequeño departamento en lo alto de un edificio, y tenía la mente bastante despejada como para que no lo tomaran por sorpresa.
Abrió la puerta, mantuvo un corto y educado cruce de palabras y la cerró tras de sí esta vez con un pergamino de misión en su posesión. A pedido del mandato de la Arashikage tenía que cumplir con su servicio, quedaba claro que lo hacían recuperar el tiempo perdido en aquel viaje al este. Se sentó nuevamente frente al vidrio con la lluvia y de fondo y leyó detenidamente el contenido del papel.
«¿Líder? Eso significa que tal vez... los chuunin…» una nostálgica ilusión corrió por su cabeza que pronto negó.
El tiempo de las ilusiones era otro, ya no podía esperanzarse como niño sabiendo que a futuro iba a fallar. Soltó un suspiro, tomó su mochila y en ella guardo el encargo. Si le tocaba ser el superior tendría que estar en las puertas de la aldea antes que nadie y por eso marchó lo antes posible.
Para el monje esto ya no era un desafío para prepararse para los chuunin como otrora pudiera ser, ahora solo era una misión del día a día que tendría que cumplir y que al final solo le serviría para ponerse a prueba a él mismo en una situación diferente; como líder de un grupo. El éxito o el fracaso en cuánto a su rendimiento ya era irrelevante.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Pese a que la perpetua lluvia no permitía observar los rayos del sol, las agujas del reloj claramente anunciaban que se acercaba la hora acordada. El anciano de barba y bigotes largos cerró la tapa de su reloj de bolsillo antes de guadarlo, mientras una pequeña niña se divertía con las amarras de un animal de carga que halaba una carreta.
—Warakko, deja en paz al pobre burro— Le regañó el anciano mientras escondía sus brazos dentro de las mangas de su haori.
Atsuki Hirashi era de una estatura mediana y un rostro de pocos amigos, aunque debajo de esas arrugas se escondía un abuelito bastante consentidor. La pequeña Atsuki Warakko por su lado, apenas rozaba los escasos siete años, pero ese no le impedía acompañar a su abuelo durante sus travesías. Era una niña de cabellos castaños y cortos, con una cabeza redondeada y ojos verde intenso. A ella no parecía importarle la lluvia, pero el anciano estaba claramente incómodo aún portando una capa y botas impermeables.
Se encontraban a las puertas de Amegakure, esperando la llegada de los tres genin asignados. En este caso, sería el joven Karamaru quién llegaría de primero, adelantándose al otro par de novatos.
—Vaya, buenas tardes— Saludaría el anciano al calvo nomás le viese acercarse. —¿Eres uno de los shinobis que andaba esperando cierto? Llegaste temprano, me gusta que sean diligentes— Diría sin pelos en la lengua. —¿Dónde se supone que están los otros dos?— Preguntaría extrañado, ya que seguramente esperaba que llegasen todos juntos.
Karamaru y el anciano tendrían algo de tiempo para intercambiar algunas palabras antes de que Rōga llegase, justo a las doce en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. El Yotsuki se acercó caminando, no sin antes revisar por última vez sus ropajes para cerciorarse de que ningún chaye se hubiese incrustado en su ropa tras ser arrojado por la ventana. Estaba aliviado en parte, ya que si bien no había sido el primero en llegar tampoco era el último; no quería dar mala impresión en su primera misión.
—Hola— Saludó a secas —Vengo por la misión, supongo que usted es el cliente— Giró su vista hacia el anciano. —¿Y tú eres...?— Ladeó nuevamente la cabeza para observar al pelón.
El otro muchacho lucía especialmente fornido, sin miedo a esconder esos brazos bastante trabajados, además de presentar facciones masculinas bastante acentuadas que le daban un aire de madurez. "Parece que lo sacaron de una película de luchadores de artes marciales." Fue la mejor deducción que se le ocurrió en esos momentos.
No pasarían más de dos minutos antes de que llegara el último integrante del equipo, aunque el chico de los cabellos azulados no se percataría de la presencia del Hyuga al no estar prestando atención a sus espaldas. De hecho, el señor Hirashi tampoco estaba consciente de que Higeki se estaba acercando al lugar.
Higeki caminó bajo la lluvia durante un largo tiempo, aun nervioso por el hecho de ir a su primera misión. No le gustaba para nada hacerlo, pues no se sentía como teniendo aquella clase de responsabilidad encima, tener que ayudar a alguien y hacerlo lo suficientemente bien como para que no hubiese queja. Era una perspectiva aterradora.
Llego a la zona acordada antes de hora, no obstante, se quedo algo más alejado de esta, aterrado de que a estuviesen sus compañeros esperándole, no quería afrontarlos pues le daban miedo ellos también, si le recordaban de la academia la cosa podía ser algo problemática, pues podrían volver las burlas y eso si que no lo deseaba para nada. A parte de esto, algo que también le preocupaba era el hecho de tener responsabilidad, podría fallar la misión y en ese caso¿Como se presentaría ante Ai?Seguramente ella estaría completamente decepcionada si esto sucedía y era la única persona a la que no quería decepcionar.
Por un momento, la idea de abandonar la misión se pasó por su cabeza, pero supo que no debía de hacerlo porque sus otros dos compañeros contaban con él. Un ninja no debía faltar a su palabra, o al menos eso le habían enseñado siempre, así que ahora tenia que ir a la misión, quisiese o no.
En sus cavilaciones, Higeki olvido que el tiempo pasaba y cuando se dirigió hacia la puerta observó que ya estaban allí los otros dos compañeros con los que iba a realizar su misión, así como el hombre que se la había encargado. Nada más verles acelero el paso hacia ellos y se junto con el resto del grupo, no obstante, se le podía observar bastante nervioso.
—Sa-saludos, se presenta Hyuga Higeki.—Dijo con aquel tono nervioso antes de hacer una reverencia ante os allí presentes
Después dirigió su mirada hacia el calvo, pues parecía el mas mayor de los que se encontraban, cosa que le llevo a pensar que se trataba del líder de la misión. Iba a seguir sus ordenes al pie de la letra, pues no quería fallar la misión y mucho menos que volviesen las burlas por aquello. Nadie fallaba las misiones de rango D, o eso era lo que se decía a si mismo para tranquilizarse el propio Higeki, no obstante, estaba muy lejos de la calma.
Karamaru se cruzó por fin con el solicitante de la misión, un anciano con lo que parecía ser su nieta y que juntos formaban una tierna pareja. El viejo fue el primero en saludar y mientras hablaba el calvo pudo comprobar, como suponía, que había sido el primero de los tres asignados en llegar a destino.
— Buenas tardes, soy Karamaru del clan Habaki. Soy uno de los encargados de acompañarlo, señor, aunque no sabría decir por dónde andan mis compañeros. Ya vendrán.— sin querer mostrar falsas sonrisas espero en silencio a que el tiempo pasara. Ya le habían dicho lo que tenía que hacer y eso se sentía suficiente, las charlas triviales se las dejaría a los demás.
Sin hacerse desear demasiado finalmente Roga y Higeki hicieron acto de presencia, aunque el calvo no pudo saber a primeras quién era quién. Lo que si pudo hacer fue arquear una ceja ante la pregunta de su compañero, demostrar que no eran conocidos podría ser una pérdida de confianza para con el empleador, pero tenía que seguir el hilo.
— Karamaru, ¿Sabes dónd...?— tras la respuesta corta y seca tocaba la obvia pregunta, pero justamente el faltante la interrumpió.
«Supongo que no soy quién para pedir formalidades...» una imperceptible sonrisa se reflejó en el rostro del calvo.
— Sa-saludos, se presenta Hyuga Higeki.— y encima ahora sabía quién era quién, el silencio siempre terminó pagando después de todo. Sin embargo el cenobita prefirió no entretenerse con las presentaciones y evitar lo que el Yotsuki había hecho segundos atrás.
— Supongo que ya está el equipo completo, ¿Algo que le falte para emprender el viaje, señor? Si no diría que podríamos ir saliendo, si tiene detalles que comentar lo podemos hablar en el camino.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
—¿¡Ehhhhhh!?— Se dio la vuelta de inmediato al escuchar al Hyuga presentarse, frunciendo el ceño mientras le observaba de arriba para abajo dada la facha que traía encima. "Este muchacho no parece un shinobi, está más escuálido que un palo de escoba. De no ser por la bandana diría que es un vago o algo. Bueno, al menos ahora sé que el fortachón es el jefe. Rayos, no puedo ignorarlo, si me dan ganas de aventarle un pan." Pensaba sin apartar la mirada del chico de cabellos largos. —Oye, vas a espantar a alguien si vas por ahí con esa cara de muerto de hambre— bromeó para intentar levantarle los ánimos.
El coordinador de la misión no tenía intenciones de perder el tiempo, por lo que rápidamente indicó que estaban listos para partir. "¿Qué le pasa? ¡Ni siquiera me dio la oportunidad para presentarme cómo debía! Todo mundo sabe que mi presentación es la más importante, vaya pedante resultó ser." Bufó disimuladamente.
Entre tanto, el anciano observó a su nieta jugando con la carreta, para luego posar la vista sobre cada uno de los shinobis presentes, deteniéndose con especial atención sobre Higeki.
—Joven Habaki, se me informó qué eres el que coordinará la misión, ¿correcto?— dijo sólo para corroborar. —Sí, estamos todos, pero este muchachito de aquí no luce muy bien de salud— Ladeó la cabeza para dirigirse a Karamaru. No estaba muy contento al ver la apariencia demacrada de aquel genin. —Esas ojeras y esa piel pálida... ¿Seguro no estás enfermo?— Preguntó con una voz de preocupación, observando nuevamente a Higeki. —El clima es muy pesado en Fukui y no sé si podrá soportarlo—. Se quejó regresando su vista al monje. —Entiéndanme, no puedo permitir que tengamos más complicaciones. Suficiente tenemos con tener que arreglar el desastre antes de que empeore el invierno—. Remató
—Huuuhh— Rōga únicamente se limitó a alzar los brazos y cruzarlos detrás de su nuca.
Se abstuvo de opinar, ya que la discusión era entre el cliente y su capitán temporal. "Que serio y aburrido es este tipo." Pensaba respecto al calvo.
Aun con el nerviosismo presente de haber llegado tarde, el joven se quedo observando todas aquellas aquellas personas a las que acompañaría en la misión. Salvo el hombre calvo el resto no parecían contentos de tenerle allí, o eso era lo que el joven había podido deducir por sus comentarios. Higeki estaba más o menos acostumbrado a que lo menospreciasen o lo subestimasen (Sobretodo por el hecho de que él mismo lo hacia constantemente), así que no mostró desagrado ante los comentarios de aquellas personas, ocultando que, en realidad, le habían dolido.
Higeki simplemente llevó las manos a sus bolsillos y observó al que parecía el capitán, esperando a que este contestase o hiciese cualquier cosa, un gesto o algún tipo de señal que proporcionase una respuesta. Quizá no quería llevarlo con ellos y el joven lo entendería, no obstante, por alguna extraña razón tenia el deseo de que el capitán confiase en el y dijese que era valido. La misión le aterraba y le aterraba tanto que no sabía por que no estaba temblando como una hoja, no obstante, por un momento, deseó que alguien confiase en el y opinase que era valido para cumplir aquel cometido que a priori parecía tan difícil para alguien como él.
Mientras observaba a su capitán sentía como las dudas de su compañero y de aquel hombre penetraban hasta el fondo de su mente, aumentando así las dudas que tenia ya el joven sobre si mismo, quedándose esta desconfianza guardada en el fondo de su cabeza, casi susurrándole as dudas al oído.
—Supongo que podre hacerlo...el tiempo aquí tampoco es bueno y he sobrevivido...—Dijo finalmente el joven antes de emitir un suave suspiro y rápidamente bajar la mirada a sus propios pies, avergonzado. Sin duda se le hacía bastante incomodo hablar con desconocidos y mucho mas si estos dudaban de él.
Miró de reojo al capitán, esperando que confirmase o negase estas palabras, pues así sabría si debía volver a casa o seguir en aquella misión.
Karamaru se pasó una mano por la frente mientras suspiraba. Ya había conocido a muchos shinobi y kunoichi en su camino como para dejar de confiar en las apariencias que se traían, pero el anciano no estaba en su mismo posición y debía de entenderlo.
— Es shinobi, tiene su hitai-ate, pues entonces no va a ser una complicación. Y no se olvide que los tres estamos en esta misión asignados por superiores de gran experiencia...— hizo una pausa para que el viejo pudiera darse cuenta de lo que seguía él mismo—…así que no creo que haya que dudar de ninguno de nosotros.
Se había pasado meses dudando de sí mismo con una gran pérdida de confianza y finalmente se estaba levantando, un hombre cualquiera no le iba a cambiar. Sabía que si sucedía algo él iba a ser el responsable de velar por la seguridad del resto, por primera vez tenía esa responsabilidad, por lo que si había una complicación sería para el monje más que para el empleador.
— Supongo que podre hacerlo...el tiempo aquí tampoco es bueno y he sobrevivido...
— Podrás.— sentenció ya ansioso de poder salir de la aldea. Estaba oxidado, hacía tiempo que no cumplía con su trabajo, desde los chuunin que se había alejado un poco de vida habitual-
— Supongo que si ya zanjamos este tema...— podrían seguir.
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—Vamos amigo, no pongas esa cara de deprimido, ¡dilo con más ánimos!— Dijo mientras se acercaba al Hyuga, pasando su brazo por detrás de su cuello en un gesto de colegueo. —Ten fe hermano— comentó sonriente, complementando las palabras de Karamaru.
El impasible monje trató de convencer al anciano, queriendo transmitir confianza y seguridad. El viejo Hirashi se acarició los pelos de la barbilla, pero al final cedió ante las palabras de los genin.
—Está bien, está bien— El anciano quiso restarle importancia sacudiendo su mano. —Parece que ustedes tienen más prisa por trabajar que yo— Río ante las intenciones del calvo. —Iremos en la carreta, súbanse a la parte trasera mientras yo conduzco, sólo espero que no les moleste que mi pequeña Warakko vaya junto a ustedes, es una niña muy enérgica. Nos tomará un par de días llegar, más les vale llevar abrigos para el clima— Terminó de anunciar mientras se dirigía hacia el transporte, acomodando las riendas y sentándose en el lugar correspondiente.
—¡Ya vamos!-- dijo sin soltar a Higeki, tratando de llevárselo consigo para subir a la carreta, dejándole libre cuando estuvieran enfrente. —¿No somos mucho peso para el burro?— Preguntó curioso.
—Ha llevado cargas más pesadas que un montón de niños— Reafirmó el anciano.
En cuanto todos los genins estuviesen abordo junto a la pequeña nieta del cliente, partirían en dirección al norte, teniendo tiempo de sobra para recibir o preguntar por cualquier duda.
"Aunque yo esperaba qué pudiésemos platicar un poco. Digo, si vamos a ser compañeros de equipo deberíamos conocernos, pero este calvo actúa peor que mis profesores de la academia. Es un maldito trabajólico."
Higeki notó el agarre de su compañero sobre su cuello, la familiaridad con la que este le trataba le resultaba, hasta cierto punto, extraña, pues, quien no lo supiese podría creer que eran amigos desde hacia ya bastante tiempo, no obstante, era todo lo contrario. Al notar aquel apretón y al escuchar aquellas palabras que pretendían dotar al joven de un poco mas de confianza, Higeki simplemente le sonrió. Fue una sonrisa leve, que parecía sincera, no obstante, el genin aun no se sentía tan confiado como podían estarlo sus compañeros.
Roga tiro de él, aun en aquel agarre tan familiar, y lo condujo hasta la carreta. El pálido no opuso ninguna resistencia ante esto, pues no quería enfrentarse al contrario pese a que le resultaba incomodo que alguien estuviese tan cerca suyo y porque sabía que aquel joven no lo hacía a mala fe, sino más bien al contrario, seguramente pretendía hacerle sentir mejor.
El joven subió con relativo cuidado al vehículo y una vez en este se sentó, al lado de Roga, suponiendo que era lo que se esperaba de él.
<Que chico más curioso.> Pensó Higeki mientras cruzaba las piernas, buscando la posición mas cómoda para estar sentado. Si tenían dos días de viaje hasta aquel lugar donde deberían de ayudar a recoger escombros podría aprovechar aquel tiempo para la meditación. Ai siempre le insistía en que la meditación era incluso más importante que la practica de sus técnicas, así que no debía descuidarla ni un solo momento.
Con esto en mente el joven cerro los ojos y dejo las manos reposando sobre sus piernas, notando como el carro avanzaba por el camino debido a los pequeños botes que daba este. Poco a poco el joven fue concentrándose, escuchando el rumor de la lluvia que caía sobre ellos.
Higeki nunca había sido una persona muy conversadora y solía ser alguien bastante cerrado a los demás y ese hecho se demostraba en algunas ocasiones cuando hacía cosas que, seguramente, no serían del todo políticamente correctas. Este sin duda era un buen ejemplo de aquellas situaciones. El joven se había puesto a meditar, obviando por completo a sus compañeros de misión.
Karamaru asintió finalmente al final de la conversación y subió rápidamente a la carreta para que el viaje comenzase. Ahora, sin el empleador cerca podría hablar con sus compañeros y conocer más de ellos y sus habilidades, en el caso de saber que encontrarían algún tipo de conflicto adelante.
Pero no era el caso, la misión solo les deparaba un trabajo de limpieza que podría haber hecho cualquiera. Una tarea que hacía que conocer a tus compañeros fuera de poca o nula importancia, solo importaba la capacidad física de cada uno. Y estaba claro que el monje los sobrepasaba en ese aspecto.
«Se va a hacer largo esto... hubiese preferido viajar solo...»
Higeki se encerró en sí mismo apenas subir al carro. Con el simple hecho de cerrar los ojos ya dejaba claro que se quería alejar de los demás e interiorizar en sí mismo y sus pensamientos. Karamaru le seguiría. Se sentó con las piernas cruzadas en el suelo de la carreta y apoyo sus manos sobre sus rodillas.
Se mantuvo atento mientras la carreta permaneció en su lugar, pero una vez que esta se pusiese en movimiento cerraría los ojos al igual que su compañero y se abstendría de iniciar charla alguna.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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Higeki, ajeno a la impresión que pudiera dar, decidió aprovechar el tiempo para ejercitar su mente, aislándose de sus compañeros de equipo. Así, el joven Karamaru imitó esta conducta, creyendo aquello algo mucho más productivo que entablar conversaciones mundanas y triviales. Ninguno de los dos parecía tener un interés real por los demás, siendo aquello una mera alianza temporal con el fin de cumplir la misión, resumiéndose en una relación estrictamente limitada al trabajo. Era ahí en medio de ellos dónde se encontraba Rōga, claramente incómodo por la actitud reservada de sus compañeros que se ignoraban con toda la tranquilidad del mundo. "¿Pero qué mierda?, ¿de verdad planean quedarse todo el trayecto meditando?" Sus colegas de profesión no se darían cuenta por tener los ojos cerrados, pero el Yotsuki tenía el ceño fruncido en clara desaprobación por su apática actitud. "Huh, ni siquiera pude traer mi guitarra para ponerme a cantar alguna canción en el camino... Esto es muy deprimente." Se quejó mientras se cruzaba de brazos, desviando su mirar al paisaje que les rodeaba, con tal de no verles las caras a ese par de antisociales.
Sin embargo, había un factor que todos habían pasado por alto, siendo que ellos no eran los únicos que estaban realizando aquel viaje. Fue entonces que esa variable se manifestó, interrumpiendo el silencio que habían montado:
—¿Están durmiendo sentados?— Una voz dulce cargada de inocencia lanzó una incógnita al aire, proveniente de aquella niña pueblerina que ignoraba totalmente el significado del entrenamiento de los muchachos.
—No, sólo se están haciendo los rudos— Respondió con una sonrisa pícara a la niña con una doble intención: Ver sí sus compañeros se dignaban a dirigirle la palabra.
—El abuelo me dijo que los ninjas tienen poderes asombrosos, pero ustedes lucen cómo chicos normales— Argumentó mientras escudriñaba con sus grandes ojos a los tres genins.
El de los cabellos coloridos se detuvo a analizar las palabras de Warakko, comparando su posición con la de ella: Un niño criado para ser shinobi a la par de una niña campirana común y corriente de un lugar lejano. "Ella, por alguna razón me genera sentimientos encontrados. Los niños de las aldeas ocultas nos criamos para pelear, mientras otros cómo nosotros en lugares lejanos sólo se limitan a vivir su cotidianidad sin el peso de arriesgar sus vidas." No le parecía ni bueno ni malo aquel contraste de realidades, pero sin duda era un detalle curioso de analizar.
Higeki seguía ensimismado en la meditación. Aquella era una práctica diaria para el desde que vivía bajo el cuidado de Ai y ya se había acostumbrado a realizarla. Dentro de su concentración sintió como otro de sus compañeros se sentaba cerca de él y parecía en silencio, cosa que agradeció, pues, debido aun a su inexperiencia en el arte de la meditación el joven no era capaz de hacerlo si había voces o ruidos molestos al rededor suyo.
El murmullo de las ruedas del carro sobre el camino sin duda alguna ayudaban al joven a focalizarse en su tarea. Ese rudo era constante y suave, como el de la lluvia cayendo sobre el techo de su transporte. Ai le había enseñado a editar usando el murmullo de la lluvia como foco para concentrarse y aquello era una gran ventaja debido a que el clima siempre era lluvioso, quizás por eso usaron ese sonido como foco para su entrenamiento.
La importancia de la meditación era que el joven llegase a acceder al propio mundo a través de su consciencia y fuese capaz de sentir y percibir todo lo que habitaba a su alrededor, no obstante, el joven aun estaba lejos de lograrlo pues a penas había comenzado su entrenamiento. Pero, a parte de este hecho, era seguro que ese día tampoco iba a meditar demasiado gracias a la pequeña Warakko.
Una voz aguda y dulce penetró en el oído del joven y le rompió la concentración, no obstante Higeki trato de mantenerse con los ojos cerrados y el rostro serio, pero la pregunta tan inocente de aquella niña provoco que en sus labios se dibujase una sonrisa debido a la ternura que esta transmitía.
El joven, al ver que uno de sus compañeros, Roga, contestaba la pregunta de la pequeña, abrió poco a poco los ojos y decidió atender a esta, pero no intervenir. No entendía la respuesta de su compañero, pero aun así imagino que se trataba de una broma, por lo que no le dio mayor importancia y simplemente observo a aquella curiosa pareja.
—Bueno, yo aun soy un aprendiz, por eso no tengo poderes increibles.—Dijo finalmente Higeki con bastante tranquilidad antes de observar a sus compañeros—Supongo que con ellos sucederá algo parecido, señorita.—Concluyo mientras mostraba una suave sonrisa, la cual era sin duda de cordialdad.
Karamaru detuvo sus pensamientos cuándo no hubo quorum acerca del silencio. Giró su cabeza haciendo sonar los huesos del cuello y abrió los ojos para observar a la pequeña hablar. Esperó en silencio a la respuesta de su compañero peliazul, lo mismo hizo al hablar del morocho. No era una conversación particularmente relevante, por lo que no veía ningún beneficio en formar parte de ella.
«Espectacular para ella debe de ser ver un kunai siendo lanzado, o la más mínima chispa de Raiton…»
El cenobita cerró los ojos nuevamente y se concentró en los apaciguantes sonidos del ambiente exterior tratando de dejar de fondo las voces de los presentes. Los escuchaba, los entendía, pero no eran el centro de atención de sus oídos.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.