12/10/2018, 23:14
Habría esperado ver cualquier cosa en los ojos de Eri: miedo, rechazo, enojo, odio... Cualquier cosa, teniendo en cuenta todo lo que había ocurrido durante la última prueba del examen de Chūnin. Pero no fue eso lo que encontró. Más bien al contrario. Parecía, incluso, feliz de verla. Y eso la confundió aún más.
—¡Ayame-san! —exclamó la pelirroja. Y, de repente, se lanzó hacia delante. Ayame tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose para cualquier. Sin embargo, lo último que se esperaba era que fuera para abrazarla. La estrechó entre sus brazos con una inmensa alegría, y Ayame, que se había quedado paralizada de la impresión, no supo cómo responder—. Pensaba que lo había imaginado, pero no, ¡estás aquí!
Se separó de ella, y Ayame parpadeó varias veces para disimular las lágrimas que inundaban sus ojos. Y volvió a lamentarse por su mala suerte. La respuesta habría sido tan fácil si hubiera sido Datsue, Akame o Nabi; con cualquier Uzujin en realidad. Pero había tenido que ir a encontrarse con Uzumaki Eri, precisamente. ¿Cómo debía responder a eso? Los sentimientos encontrados seguían mezclándose en su cabeza y su pecho. Tenía preguntas, tantas preguntas...
—Eri-san... N... ¿No me odias?
Y aquella fue la primero que salió de sus labios.
—¡Ayame-san! —exclamó la pelirroja. Y, de repente, se lanzó hacia delante. Ayame tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose para cualquier. Sin embargo, lo último que se esperaba era que fuera para abrazarla. La estrechó entre sus brazos con una inmensa alegría, y Ayame, que se había quedado paralizada de la impresión, no supo cómo responder—. Pensaba que lo había imaginado, pero no, ¡estás aquí!
Se separó de ella, y Ayame parpadeó varias veces para disimular las lágrimas que inundaban sus ojos. Y volvió a lamentarse por su mala suerte. La respuesta habría sido tan fácil si hubiera sido Datsue, Akame o Nabi; con cualquier Uzujin en realidad. Pero había tenido que ir a encontrarse con Uzumaki Eri, precisamente. ¿Cómo debía responder a eso? Los sentimientos encontrados seguían mezclándose en su cabeza y su pecho. Tenía preguntas, tantas preguntas...
—Eri-san... N... ¿No me odias?
Y aquella fue la primero que salió de sus labios.