13/10/2018, 18:37
Hasta ese preciso instante en el que Riko tuvo que seguir el rastro de Hauru, no se habría podido imaginar lo rápido y ágil que era su salvador. Primero, que parecía correr casi a cuatro patas —sus manos no llegaban a tocar el suelo, sin embargo— y tenía una capacidad casi que innata de moverse a través de los bambúes, que tupidos, yacían muy cerca el uno del otro. Riko sin embargo sentía la imperiosa necesidad de reducir la velocidad con cada encontronazo que tuviera con uno de estos caños, que con el velo de la noche cubriéndoles del cabo a rabo, era bastante difícil verlos.
Tras severos minutos de un trayecto tortuoso, Hauru se detuvo en una encrucijada. Frente a ellos, una enorme caverna de roca caliza.
Hauru le hizo una seña, en silencio, y le pidió entrar.
Tras severos minutos de un trayecto tortuoso, Hauru se detuvo en una encrucijada. Frente a ellos, una enorme caverna de roca caliza.
Hauru le hizo una seña, en silencio, y le pidió entrar.