13/10/2018, 19:18
La mujer se llevó una mano a la boca, conteniendo un espasmo de terror, cuando vio su boca serrada abriéndose y cerrándose como una trituradora a medida que hablaba. La niña que iba junto a ella no tuvo tanto aplomo.
Chilló como solo una niña podía hacerlo, con ese tono tan agudo e intenso capaz de reventar una cristalera, mientras sacudía sus diminutas manos por encima del pecho. Se le cayó el chocolate, como así también el gorro de lana blanco que llevaba sobre la cabeza. Lo siguiente que los aldeanos vieron fue a la niña saliendo escopetada hacia la calle.
Uno de los aldeanos, gordo y bajito, se levantó con el ceño fruncido. A otro se le escapó un exabrupto. Y, una por una, las miradas fueron cayendo en Umikiba Kaido. En ese instante, allí, donde un segundo de tranquilidad era tan raro como un día sin lluvia Ame, se instauró un silencio tenso.
Un taburete cayó al suelo, sobresaltando a más de uno.
—Pero, ¿qué coño pasa? —Se trataba del borracho. Había tirado el taburete al levantarse y lanzaba la pregunta al aire, a todos y a nadie al mismo tiempo.
Chilló como solo una niña podía hacerlo, con ese tono tan agudo e intenso capaz de reventar una cristalera, mientras sacudía sus diminutas manos por encima del pecho. Se le cayó el chocolate, como así también el gorro de lana blanco que llevaba sobre la cabeza. Lo siguiente que los aldeanos vieron fue a la niña saliendo escopetada hacia la calle.
Uno de los aldeanos, gordo y bajito, se levantó con el ceño fruncido. A otro se le escapó un exabrupto. Y, una por una, las miradas fueron cayendo en Umikiba Kaido. En ese instante, allí, donde un segundo de tranquilidad era tan raro como un día sin lluvia Ame, se instauró un silencio tenso.
Un taburete cayó al suelo, sobresaltando a más de uno.
—Pero, ¿qué coño pasa? —Se trataba del borracho. Había tirado el taburete al levantarse y lanzaba la pregunta al aire, a todos y a nadie al mismo tiempo.