14/10/2018, 11:24
Ella se separó, con los ojos inundados de lágrimas, como los de Ayame, y su respuesta la sorprendió aún más.
—¡Por supuesto que no! —respondió, moviendo las manos delante de su cuerpo para restar importancia al asunto—. Eres mi amiga, Ayame, no podría odiarte —sonrió, tan afable y tan inocente como siempre, pero en aquella ocasión fue ella la que se vistió con la cautela—. ¿Tú... Tú me odias?
Ayame suspiró y se masajeó el puente de la nariz. Nuevamente, lo difícil se imponía a lo fácil. Eri había visto lo que era, había visto el monstruo que llevaba dentro, y aún así seguía mostrándose tan amigable como siempre con ella. Con lo fácil que habría resultado que la odiara...
Fácil y terriblemente doloroso.
Pero no, no lo hacía.
Pero el péndulo de los sentimientos seguía oscilando. ¿La odiaba, le preguntaba? ¿Qué sentía? Se preguntaba ella misma.
—No... no te odio —respondió al fin, con un hilo de voz, y volvió a destaparse los ojos para clavarlos en la pelirroja. Aunque lo cierto era que las falsas imágenes que le había mostrado su padre durante su entrenamiento no ayudaban a ello, y tenía que recordarse una y otra vez que todo aquello no había sido real, que aquella muchacha no le había arrancado los ojos a Daruu. «Naia.»—. Pero tampoco sé qué siento... Esposaste a Daruu-kun —afirmó, muy seria, estudiando la futura reacción en el rostro de la Uzumaki.
¿Se atrevería a negarlo? ¿Soltaría alguna excusa clásica como las típicas de Uchiha Datsue?
—¡Por supuesto que no! —respondió, moviendo las manos delante de su cuerpo para restar importancia al asunto—. Eres mi amiga, Ayame, no podría odiarte —sonrió, tan afable y tan inocente como siempre, pero en aquella ocasión fue ella la que se vistió con la cautela—. ¿Tú... Tú me odias?
Ayame suspiró y se masajeó el puente de la nariz. Nuevamente, lo difícil se imponía a lo fácil. Eri había visto lo que era, había visto el monstruo que llevaba dentro, y aún así seguía mostrándose tan amigable como siempre con ella. Con lo fácil que habría resultado que la odiara...
Fácil y terriblemente doloroso.
Pero no, no lo hacía.
Pero el péndulo de los sentimientos seguía oscilando. ¿La odiaba, le preguntaba? ¿Qué sentía? Se preguntaba ella misma.
—No... no te odio —respondió al fin, con un hilo de voz, y volvió a destaparse los ojos para clavarlos en la pelirroja. Aunque lo cierto era que las falsas imágenes que le había mostrado su padre durante su entrenamiento no ayudaban a ello, y tenía que recordarse una y otra vez que todo aquello no había sido real, que aquella muchacha no le había arrancado los ojos a Daruu. «Naia.»—. Pero tampoco sé qué siento... Esposaste a Daruu-kun —afirmó, muy seria, estudiando la futura reacción en el rostro de la Uzumaki.
¿Se atrevería a negarlo? ¿Soltaría alguna excusa clásica como las típicas de Uchiha Datsue?