14/10/2018, 13:54
(Última modificación: 14/10/2018, 13:54 por Amedama Daruu.)
Ayame se adentró en Los kunai cruzados sin saber qué encontraría dentro (si una taberna en sus primeras horas de apertura o un cadáver). Afortunadamente, fue lo primero. Ayame fue recibida por el desagradable tufo del alcohol mezclado con un pequeño aroma a madera de pino. El propietario, Kirishima, un hombre fornido y rubio entrecano de pelo corto, limpiaba fervientemente las mesas antes de que empezasen a llegar los primeros clientes. El hombre levantó la mirada por encima del hombro y los ojos marrones de la kunoichi se encontraron con dos pequeñas luces de un gris azulado.
—Vaya, cada vez vienen shinobi más temprano —dijo, y volvió a la tarea que le ocupaba—. ¿Qué, una guardia nocturna muy dura, chica?
—¿Controlar mi lengua? ¿Comprenderla un poco? —Pese a que comprendía lo que intentaba el hermano de Ayame y también parte de la situación, seguía algo enfadado—. Todo eso estaría muy bien, pero habría que decirle a ella que controlase los golpes. —Se acarició la coronilla, donde Ayame le había pegado.
»Si Ayame no está en casa, seguro que está allí. ¿Y si se presenta el asesino? ¡Mierda! —Aceleró el paso.
—Vaya, cada vez vienen shinobi más temprano —dijo, y volvió a la tarea que le ocupaba—. ¿Qué, una guardia nocturna muy dura, chica?
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—¿Controlar mi lengua? ¿Comprenderla un poco? —Pese a que comprendía lo que intentaba el hermano de Ayame y también parte de la situación, seguía algo enfadado—. Todo eso estaría muy bien, pero habría que decirle a ella que controlase los golpes. —Se acarició la coronilla, donde Ayame le había pegado.
»Si Ayame no está en casa, seguro que está allí. ¿Y si se presenta el asesino? ¡Mierda! —Aceleró el paso.