14/10/2018, 22:42
Hacía un frio que no era ni medio normal. Si no era el día más frio del año era porque los estadistas que calculan esas mierdas se habían muerto del frio y no habían podido documentarlo apropiadamente. Estábamos Stuffy y yo en la esquina de nuestro restaurante barbacoero favorito poniéndonos las botas. Conforme traían la carne la ponía toda en las brasas de en medio de la mesa y las untaba generosamente en salsa antes de llevarmelas a la boca y quemarme, pero quemarme feliz de estar engordando.
De vez en cuando se me caía un cacho al suelo, aunque nunca llegaba a tocar tierra porque lo interceptaba un perro tamaño familiar que estaba sentado a mi lado. El dueño no se quejaba de él porque nunca la liaba en el restaurante, es más, mantenía al resto de animales a raya, ni las ratas se atrevían a entrar en las cocinas, así que eran beneficios para todos. Además siempre ayudaba en lo que podía, era mi deber, si ese sitio cerraba tendría que exiliarme y buscar una villa nueva, o hacerla. Porque sin el único sitio de Uzushiogakure donde puedes comer toda la carne que quieras por un módico precio, ¿cómo se vive? No lo sé y esperaba no saberlo, sinceramente.
El lugar no estaba precisamente lleno y es que se había levantado una lluvia y un viento escalofriante incluso para el remolino. Salir a la calle era casi jugarse la vida, así que quedábamos dos mesas, los empleados y yo. Y esas dos mesas solo estaban esperando a que la tormenta amainase para poder salir. Era el periodo incierto entre la comida y la cena en la que los restaurantes solían quedarse desiertos, así que esa gente o bien llevaba aquí ya sus horas o se habían metido para resguardarse. Fuera cual fuere el caso, no iban a irse pronto, pero tampoco iba a llenarse pronto.
Pensé en Eri, eso resume todos mis últimos días, y algunas noches. No la había visto desde el incidente J. Y vosotros diréis, eres el gran Nabi Nabi, puedes localizar una hormiga en un hormiguero de Kusagakure desde tu casa. Sí, pero es que yo no quería localizar a Eri, de hecho, era probable y posible que la estuviese evitando. Mucho. Pero es que si nos encontrábamos tenía la corazonada fundada de que íbamos a tener una discusión bastante fuerte y no estaba seguro de que mi pobre corazoncito que llevaba algo colado por ella desde preescolar pudiese soportarlo. Así que pasaba los días evitándola y haciendo vida como podía.
La hija del dueño se acercó con un pequeño bol lleno de agua que dejó delante de Stuffy.
— Gracias, Sa-chan.
— De nada, Nabi-kun. Parece que vais a estar aquí un buen rato.
Era apenas una niña, media poco más de un metro y cuarto y llevaba el pelo marrón recogido en dos coletitas. Tendría tres o cuatro años menos que yo y ya estaba trabajando en el local día y noche. Era dulce y alegre, como Eri. Algo inocente y confiada, como Eri. Y trabajadora a rabiar, como Eri. Pero no era pelirroja como Eri, y sus ojos no eran del color del cielo y la felicidad como los de Eri, y ya no hablemos de las curvas que tenía la Uzumaki, de eso Sa-chan no tenía nada de nada.
Me quedé tan embobado pensando en Eri, que Stuffy me quitó el trozo de carne que tenía en los palillos a la espera de que se enfriara. No pude regañarle cuando me recuperé del trance, teníamos una ley no escrita que quien se empanaba perdía su rebanada, así que volví a comer con toda mi atención mientras sonaban truenos y estruendos en el cielo.
De vez en cuando se me caía un cacho al suelo, aunque nunca llegaba a tocar tierra porque lo interceptaba un perro tamaño familiar que estaba sentado a mi lado. El dueño no se quejaba de él porque nunca la liaba en el restaurante, es más, mantenía al resto de animales a raya, ni las ratas se atrevían a entrar en las cocinas, así que eran beneficios para todos. Además siempre ayudaba en lo que podía, era mi deber, si ese sitio cerraba tendría que exiliarme y buscar una villa nueva, o hacerla. Porque sin el único sitio de Uzushiogakure donde puedes comer toda la carne que quieras por un módico precio, ¿cómo se vive? No lo sé y esperaba no saberlo, sinceramente.
El lugar no estaba precisamente lleno y es que se había levantado una lluvia y un viento escalofriante incluso para el remolino. Salir a la calle era casi jugarse la vida, así que quedábamos dos mesas, los empleados y yo. Y esas dos mesas solo estaban esperando a que la tormenta amainase para poder salir. Era el periodo incierto entre la comida y la cena en la que los restaurantes solían quedarse desiertos, así que esa gente o bien llevaba aquí ya sus horas o se habían metido para resguardarse. Fuera cual fuere el caso, no iban a irse pronto, pero tampoco iba a llenarse pronto.
Pensé en Eri, eso resume todos mis últimos días, y algunas noches. No la había visto desde el incidente J. Y vosotros diréis, eres el gran Nabi Nabi, puedes localizar una hormiga en un hormiguero de Kusagakure desde tu casa. Sí, pero es que yo no quería localizar a Eri, de hecho, era probable y posible que la estuviese evitando. Mucho. Pero es que si nos encontrábamos tenía la corazonada fundada de que íbamos a tener una discusión bastante fuerte y no estaba seguro de que mi pobre corazoncito que llevaba algo colado por ella desde preescolar pudiese soportarlo. Así que pasaba los días evitándola y haciendo vida como podía.
La hija del dueño se acercó con un pequeño bol lleno de agua que dejó delante de Stuffy.
— Gracias, Sa-chan.
— De nada, Nabi-kun. Parece que vais a estar aquí un buen rato.
Era apenas una niña, media poco más de un metro y cuarto y llevaba el pelo marrón recogido en dos coletitas. Tendría tres o cuatro años menos que yo y ya estaba trabajando en el local día y noche. Era dulce y alegre, como Eri. Algo inocente y confiada, como Eri. Y trabajadora a rabiar, como Eri. Pero no era pelirroja como Eri, y sus ojos no eran del color del cielo y la felicidad como los de Eri, y ya no hablemos de las curvas que tenía la Uzumaki, de eso Sa-chan no tenía nada de nada.
Me quedé tan embobado pensando en Eri, que Stuffy me quitó el trozo de carne que tenía en los palillos a la espera de que se enfriara. No pude regañarle cuando me recuperé del trance, teníamos una ley no escrita que quien se empanaba perdía su rebanada, así que volví a comer con toda mi atención mientras sonaban truenos y estruendos en el cielo.
—Nabi—
![[Imagen: 23uv4XH.gif]](https://i.imgur.com/23uv4XH.gif)