14/10/2018, 23:45
Juro descansaba, tumbado en el suelo, al lado de la enorme torre de Meditación. No estaba cansado por la caminata, ni mucho menos (aunque se había pegado su tiempo para llegar hasta un lugar así) sino por el puro entrenamiento que había estado haciendo horas antes. Ahora, sin embargo, se había limitado a dar un paseo, y tumbarse sobre la tierra cercana, para relajarse un rato.
Una torre enorme, de veinte metros, totalmente irrompible por un poderoso fuinjutsu. Cuando su abuela le había hablado de ella, cuando era pequeño, no había podido sentirse atraído por ello.
« ¿Cómo es posible? ¿Qué clase de técnica uso esa persona? ¿De verdad es eterna? ¿Se disipará en algún momento? » — Las preguntas le habían agolpado el cerebro durante mucho tiempo. Y al final, había decidido aprovechar su reciente libertad como para comprobar si eso era cierto.
Y bueno, era cierto, sí. Eso tenía que admitirlo. Por más que había atacado, la maldita torre estaba intacta. Sin embargo, no había encontrado rastro de sello o técnica que pudiera ser el origen de aquello. Su abuela le había contado que aquel ejecutor lo había hecho en la tabla que hacía de techo, pero él no había llegado hasta ahí.
Su marioneta reposaba a su lado. Estaba despatarrada en el suelo. Si pudiera sentir, estaría tan exhausta como él. Había usado tanto sus cuchillas que estaban más que desgastadas. Tendría que cambiarlas cuando llegara a la villa.
La otra marioneta, más grande, estaba sentada sobre sus rodillas.
— Buen trabajo, chicos — le dijo a Gen, su marioneta básica y favorita, y a Remu, su marioneta más poderosa —. Con un poco más de práctica, podré hacer un control simultaneo tan natural como respirar.
Inmerso en su tranquilidad, no se dio cuenta de lo que pasaba en la parte de arriba de la torre hasta que estuvo en sus narices. Juro escuchó la explosión, y creyó ver el fuego. Como si un incendio se hubiera desatado durante unos segundos en aquel lugar monumental. Un violento y ruidoso incendio.
Sin embargo, la torre se mantuvo impasiva. Era eterna y perfecta, y no había llama en el infierno capaz de deteriorarla.
« ¿Quién ha hecho eso? » — No necesitó ver la ejecución para ver que era poderoso. ¿Quién había sido?
Juro se colgó la marioneta básica a la espalda y la tapó con la lona, dejando ver una pronunciada joroba. La otra la selló en su pergamino y lo embutió en su cintura. En ese momento, Juro llevaba su bandana de Kusagakure, pero no llevaba ni el chaleco ni la placa que le identificaban como jounin. Tenía unos pantalones cortos, negros, y una sudadera azul holgada, junto a una bufanda amarilla atada sobre el cuello.
Al final, la curiosidad le pudo más que el propio sentido común de salir corriendo en dirección contraria. Juro avanzó, y trató de identificar al ejecutor de aquella técnica. Su curiosidad se vio recompensada, cuando, efectivamente, se lo encontró. Su estatura era normal, y estaba cubierto por una capa ocre, que tapaba cualquier rastro de él, además de su cara. Pero eso fue bastante. Sus ojos negros, sus ojeras, su pelo... Juro reconoció al instante a quién estaba mirando.
Era Uchiha Datsue.
« Mierda. Mierda. Mierda » — le recordaba. El combate con Ayame. No solo la había provocado, sino que había hecho grandes proezas, como crear una armadura gigante de chakra o detener el ataque de un bijuu. Y su villa y la de Juro no habían quedado precisamente bien tras todo el lio del combate.
¿Le recordaría él? Y de ser así, ¿Cómo lo haría? ¿Recordaría que él no participó en el combate, sino que intentó poner distancia entre todos y detener el conflicto? ¿O simplemente lo tacharía como otro atacante más, aunque no le hubiera atacado directamente a él?
Las cartas estaban sobre la mesa, y Juro no podía esconderse ahora. Era tarde.
— Y-yo... ¡Lo siento! — exclamó Juro, sintiéndose nervioso —. Estaba por aquí y no pude evitar sorprenderme por la explosión. No quería interrumpir tu entrenamiento.
Una torre enorme, de veinte metros, totalmente irrompible por un poderoso fuinjutsu. Cuando su abuela le había hablado de ella, cuando era pequeño, no había podido sentirse atraído por ello.
« ¿Cómo es posible? ¿Qué clase de técnica uso esa persona? ¿De verdad es eterna? ¿Se disipará en algún momento? » — Las preguntas le habían agolpado el cerebro durante mucho tiempo. Y al final, había decidido aprovechar su reciente libertad como para comprobar si eso era cierto.
Y bueno, era cierto, sí. Eso tenía que admitirlo. Por más que había atacado, la maldita torre estaba intacta. Sin embargo, no había encontrado rastro de sello o técnica que pudiera ser el origen de aquello. Su abuela le había contado que aquel ejecutor lo había hecho en la tabla que hacía de techo, pero él no había llegado hasta ahí.
Su marioneta reposaba a su lado. Estaba despatarrada en el suelo. Si pudiera sentir, estaría tan exhausta como él. Había usado tanto sus cuchillas que estaban más que desgastadas. Tendría que cambiarlas cuando llegara a la villa.
La otra marioneta, más grande, estaba sentada sobre sus rodillas.
— Buen trabajo, chicos — le dijo a Gen, su marioneta básica y favorita, y a Remu, su marioneta más poderosa —. Con un poco más de práctica, podré hacer un control simultaneo tan natural como respirar.
Inmerso en su tranquilidad, no se dio cuenta de lo que pasaba en la parte de arriba de la torre hasta que estuvo en sus narices. Juro escuchó la explosión, y creyó ver el fuego. Como si un incendio se hubiera desatado durante unos segundos en aquel lugar monumental. Un violento y ruidoso incendio.
Sin embargo, la torre se mantuvo impasiva. Era eterna y perfecta, y no había llama en el infierno capaz de deteriorarla.
« ¿Quién ha hecho eso? » — No necesitó ver la ejecución para ver que era poderoso. ¿Quién había sido?
Juro se colgó la marioneta básica a la espalda y la tapó con la lona, dejando ver una pronunciada joroba. La otra la selló en su pergamino y lo embutió en su cintura. En ese momento, Juro llevaba su bandana de Kusagakure, pero no llevaba ni el chaleco ni la placa que le identificaban como jounin. Tenía unos pantalones cortos, negros, y una sudadera azul holgada, junto a una bufanda amarilla atada sobre el cuello.
Al final, la curiosidad le pudo más que el propio sentido común de salir corriendo en dirección contraria. Juro avanzó, y trató de identificar al ejecutor de aquella técnica. Su curiosidad se vio recompensada, cuando, efectivamente, se lo encontró. Su estatura era normal, y estaba cubierto por una capa ocre, que tapaba cualquier rastro de él, además de su cara. Pero eso fue bastante. Sus ojos negros, sus ojeras, su pelo... Juro reconoció al instante a quién estaba mirando.
Era Uchiha Datsue.
« Mierda. Mierda. Mierda » — le recordaba. El combate con Ayame. No solo la había provocado, sino que había hecho grandes proezas, como crear una armadura gigante de chakra o detener el ataque de un bijuu. Y su villa y la de Juro no habían quedado precisamente bien tras todo el lio del combate.
¿Le recordaría él? Y de ser así, ¿Cómo lo haría? ¿Recordaría que él no participó en el combate, sino que intentó poner distancia entre todos y detener el conflicto? ¿O simplemente lo tacharía como otro atacante más, aunque no le hubiera atacado directamente a él?
Las cartas estaban sobre la mesa, y Juro no podía esconderse ahora. Era tarde.
— Y-yo... ¡Lo siento! — exclamó Juro, sintiéndose nervioso —. Estaba por aquí y no pude evitar sorprenderme por la explosión. No quería interrumpir tu entrenamiento.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60