14/10/2018, 23:56
Kiroe no pudo evitar reír, y atrajo a Ayame hacia sí, estrujándola y zarandeándola como si fuera un muñeco de trapo.
—¡Ayyyyy, qué cosas tieneeees! —exclamó, ante la incrédula mirada de algunos comensales cercanos—. Aunque no te culpo. He oído las cosas horribles por las que ese tonto te hizo pasar. No, Ayame. No es un Genjutsu, tu propio padre te puede explicar los detalles, ¡yo ya he pasado página y ahora sólo puedo decirte que he-vuelto! —Kiroe, con un rápido movimiento, le ató una goma a la barbilla y le puso algo en la cabeza. No tuvo más que mirar alrededor para saber qué le había puesto la mujer: un gorrito en forma de cono en el que ponía "Reapertura". Todo el mundo lo vestía. Como en un cumpleaños infantil.
—Si fuera un Genjutsu, aparentaría ser un poco más feliz. No, mira, allí está, al fondo.
Allí estaba, en un oscuro rincón. Con una mirada de extrema incomodidad, impaciencia, y un poquito de odio, por qué no. El gesto sombrío. Los brazos cruzados al lado de un Kori que devoraba bollitos a toda velocidad. La nariz aguileña enmarcada por aquellos ojos aguamarina que apenas se veían por el arco de ira infinita que formaban las cejas.
Allí estaba él. Vistiendo su gorrito. Involuntariamente.
—¡Ayyyyy, qué cosas tieneeees! —exclamó, ante la incrédula mirada de algunos comensales cercanos—. Aunque no te culpo. He oído las cosas horribles por las que ese tonto te hizo pasar. No, Ayame. No es un Genjutsu, tu propio padre te puede explicar los detalles, ¡yo ya he pasado página y ahora sólo puedo decirte que he-vuelto! —Kiroe, con un rápido movimiento, le ató una goma a la barbilla y le puso algo en la cabeza. No tuvo más que mirar alrededor para saber qué le había puesto la mujer: un gorrito en forma de cono en el que ponía "Reapertura". Todo el mundo lo vestía. Como en un cumpleaños infantil.
—Si fuera un Genjutsu, aparentaría ser un poco más feliz. No, mira, allí está, al fondo.
Allí estaba, en un oscuro rincón. Con una mirada de extrema incomodidad, impaciencia, y un poquito de odio, por qué no. El gesto sombrío. Los brazos cruzados al lado de un Kori que devoraba bollitos a toda velocidad. La nariz aguileña enmarcada por aquellos ojos aguamarina que apenas se veían por el arco de ira infinita que formaban las cejas.
Allí estaba él. Vistiendo su gorrito. Involuntariamente.