16/10/2018, 15:23
Los ojos de Kirishima se fijaron en la medalla como si acabara de ver una cucaracha en su amada taberna. A Ayame no le pasó desapercibida su alarma, aunque el hombre hizo acopio de fuerzas para regresar a una aparente calma. Una calma tan tensa como la cuerda de su arco.
—N-no. No me dice nada en absoluto. Bueno, quiero decir, es obvio que es el símbolo de mi taberna. Aunque en dorado. C-como podrás comprobar el nuestro es p-plateado. No tengo nada más que decir sobre ese símbolo.
Kirishima se dio la vuelta, en un desesperado intento por dar por finalizada la conversación. Pero Ayame entrecerró los ojos y volvió a llevarse el vaso a los labios para darle un nuevo sorbo.
—Perdona que insista, Kirishima-san —habló con suavidad, aunque con firmeza—. Pero esto es muy importante. Hay gente muriendo, y todo apunta a que los crímenes están relacionados de alguna manera con esta medalla: el señor Takahashi, la dueña de la joyería. Por favor, dime todo lo que sepas.
—N-no. No me dice nada en absoluto. Bueno, quiero decir, es obvio que es el símbolo de mi taberna. Aunque en dorado. C-como podrás comprobar el nuestro es p-plateado. No tengo nada más que decir sobre ese símbolo.
Kirishima se dio la vuelta, en un desesperado intento por dar por finalizada la conversación. Pero Ayame entrecerró los ojos y volvió a llevarse el vaso a los labios para darle un nuevo sorbo.
—Perdona que insista, Kirishima-san —habló con suavidad, aunque con firmeza—. Pero esto es muy importante. Hay gente muriendo, y todo apunta a que los crímenes están relacionados de alguna manera con esta medalla: el señor Takahashi, la dueña de la joyería. Por favor, dime todo lo que sepas.