16/10/2018, 20:55
—¡¿Se puede saber qué pretendes hacer, descerebrado?! ¿¡Es que acaso quieres morir!?
La forma en la que me gritaba y como abusaba de mi me recordó al día en que nos conocimos. Eramos unos crios comemocos y nos juntaron a todos en un aula a la espera de que llevase el sensei de primero. Yo me tiré en el pupitre más alejado que había y ante mi contemplé un maravilloso pelo carmesí, pero no del mismo color que el de mi madre, sino más brillante, más bonito, mejor peinado. La chica lo llevaba recogido en dos coletas, y Shiona-sama sabe lo que me gustan las coletas.
Alargué el brazo y tiré de una de las coletas, en parte por tocar el pelo y en parte porque soy gilipollas, pero eso no importa. La reacción de la niña fue como muy parecida a la que acababa de tener ahora mismo Eri.
— Solo es un poco de aire, nada que no me vaya a matar si me quedo un par de horas a la intemperie. Digo, que sí es algo que no me va a matar. Ay, dios, que raras son estas frases hechas. Bueno, que tengo que irme, me he dejado la casa encendida, o algo.
Empecé a andar hacia la puerta de nuevo aunque si Eri no soltaba el cuello de mi camiseta no avanzaría mucho.
La forma en la que me gritaba y como abusaba de mi me recordó al día en que nos conocimos. Eramos unos crios comemocos y nos juntaron a todos en un aula a la espera de que llevase el sensei de primero. Yo me tiré en el pupitre más alejado que había y ante mi contemplé un maravilloso pelo carmesí, pero no del mismo color que el de mi madre, sino más brillante, más bonito, mejor peinado. La chica lo llevaba recogido en dos coletas, y Shiona-sama sabe lo que me gustan las coletas.
Alargué el brazo y tiré de una de las coletas, en parte por tocar el pelo y en parte porque soy gilipollas, pero eso no importa. La reacción de la niña fue como muy parecida a la que acababa de tener ahora mismo Eri.
— Solo es un poco de aire, nada que no me vaya a matar si me quedo un par de horas a la intemperie. Digo, que sí es algo que no me va a matar. Ay, dios, que raras son estas frases hechas. Bueno, que tengo que irme, me he dejado la casa encendida, o algo.
Empecé a andar hacia la puerta de nuevo aunque si Eri no soltaba el cuello de mi camiseta no avanzaría mucho.
—Nabi—