16/10/2018, 20:56
(Última modificación: 16/10/2018, 22:37 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Las manos de las dos kunoichis se estrecharon, sellando el acuerdo firmado con sus propias palabras que habría de perdurar desde aquel momento en adelante.
—Cuenta conmigo, Aotsuki Ayame.
Y los labios de Ayame se curvaron en una amplia sonrisa, con una sensación aleteando en su pecho. La sensación de que podrían cambiar el mundo. En aquellos momentos ni siquiera se planteó que no fueran más que las ensoñaciones de una mente joven y alocada, ni siquiera quiso pensar en lo que pasaría si su gente en Amegakure se enteraba de que estaba formalizando un pacto con una kunoichi de Uzushiogakure. Se encargaría más tarde de borrar cualquier prueba delatora. Pero antes debía dar el primer paso.
—En ese caso, tenemos que empezar ya mismo. Y necesito que me ayudes con la primera parte, Eri-chan —dijo, más seria—. Hubo algo que no conseguí hacer en Amegakure antes de que tuviéramos que marcharnos de allí. Algo verdaderamente importante...
No había habido tiempo, ni se le había permitido hacerlo. Nada más recobrar el conocimiento, y aún prácticamente bajo el efecto de los sedantes, Ayame había sido arrastrada al barco que la llevaría de vuelta a Amegakure, la aldea que posteriormente se convertiría en su jaula de entrenamiento personal durante los próximos meses. Pero ahora que era libre, que podía estirar las alas todo lo que quisiera sin miradas vigilantes, era el momento de hacerlo.
—Quiero disculparme a Uzukage-sama.
—Cuenta conmigo, Aotsuki Ayame.
Y los labios de Ayame se curvaron en una amplia sonrisa, con una sensación aleteando en su pecho. La sensación de que podrían cambiar el mundo. En aquellos momentos ni siquiera se planteó que no fueran más que las ensoñaciones de una mente joven y alocada, ni siquiera quiso pensar en lo que pasaría si su gente en Amegakure se enteraba de que estaba formalizando un pacto con una kunoichi de Uzushiogakure. Se encargaría más tarde de borrar cualquier prueba delatora. Pero antes debía dar el primer paso.
—En ese caso, tenemos que empezar ya mismo. Y necesito que me ayudes con la primera parte, Eri-chan —dijo, más seria—. Hubo algo que no conseguí hacer en Amegakure antes de que tuviéramos que marcharnos de allí. Algo verdaderamente importante...
No había habido tiempo, ni se le había permitido hacerlo. Nada más recobrar el conocimiento, y aún prácticamente bajo el efecto de los sedantes, Ayame había sido arrastrada al barco que la llevaría de vuelta a Amegakure, la aldea que posteriormente se convertiría en su jaula de entrenamiento personal durante los próximos meses. Pero ahora que era libre, que podía estirar las alas todo lo que quisiera sin miradas vigilantes, era el momento de hacerlo.
—Quiero disculparme a Uzukage-sama.