18/10/2018, 20:08
Una mano se posó con firmeza en su pierna, y Ayame volvió a la realidad con un brinco. Zetsuo se inclinaba ligeramente hacia ella:
—Ayame. ¿Qué te ocurre? Pareces molesta. Alegra esa cara, coño, que estamos de invitados.
Fue un visto y no visto. Ayame se sintió de repente como si estuviera caminando sobre unas ascuas, a punto de quemarse. Rápidamente, se obligó a apartar de un manotazo los pensamientos de su cabeza y a esbozar una sonrisa que aleteó en sus labios.
—¡Nada! —exclamó, con los hombros tensos—. Simplemente... seguía preocupada por Kiroe-san... ¡Menos mal que todo ha salido bien!
Zetsuo, con el ceño fruncido, terminó por arrancarse el gorro de la cabeza. Y justo en ese momento una copa se posó frente a la muchacha. Una copa de delicioso chocolate con nata, con una cereza encima.
—Esto de mi parte —dijo un Daruu tremendamente orgulloso, que vestía un delantal con la marca de la cafetería—. ¿Puedes creértelo, Ayame? ¡Es un milagro!
—No es un milagro. Es ciencia —replicó Zetsuo, malhumorado, antes de que la muchacha pudiera articular palabra.
Sin embargo, Daruu se volvió momentáneamente hacia él y su rostro adoptó una expresión seria cuando formuló:
—Una vez más, Zetsuo. Gracias.
—Bah, no me ha quedado otra. La pesada de tu madre es muy insistente cuando quiere —resopló.
Ayame tomó la copa entre sus manos y se llevó la pajita a los labios.
—¡Qué bueno! —exclamó, maravillada.
No se había dado cuenta de ello, pero ahora un pegote de nata adornaba la punta de su nariz...
—Ayame. ¿Qué te ocurre? Pareces molesta. Alegra esa cara, coño, que estamos de invitados.
Fue un visto y no visto. Ayame se sintió de repente como si estuviera caminando sobre unas ascuas, a punto de quemarse. Rápidamente, se obligó a apartar de un manotazo los pensamientos de su cabeza y a esbozar una sonrisa que aleteó en sus labios.
—¡Nada! —exclamó, con los hombros tensos—. Simplemente... seguía preocupada por Kiroe-san... ¡Menos mal que todo ha salido bien!
Zetsuo, con el ceño fruncido, terminó por arrancarse el gorro de la cabeza. Y justo en ese momento una copa se posó frente a la muchacha. Una copa de delicioso chocolate con nata, con una cereza encima.
—Esto de mi parte —dijo un Daruu tremendamente orgulloso, que vestía un delantal con la marca de la cafetería—. ¿Puedes creértelo, Ayame? ¡Es un milagro!
—No es un milagro. Es ciencia —replicó Zetsuo, malhumorado, antes de que la muchacha pudiera articular palabra.
Sin embargo, Daruu se volvió momentáneamente hacia él y su rostro adoptó una expresión seria cuando formuló:
—Una vez más, Zetsuo. Gracias.
—Bah, no me ha quedado otra. La pesada de tu madre es muy insistente cuando quiere —resopló.
Ayame tomó la copa entre sus manos y se llevó la pajita a los labios.
—¡Qué bueno! —exclamó, maravillada.
No se había dado cuenta de ello, pero ahora un pegote de nata adornaba la punta de su nariz...