21/10/2018, 21:12
(Última modificación: 21/10/2018, 21:16 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Eri no tardó más de un minuto en regresar, y volvía con las mejillas sonrosadas por el esfuerzo. Ayame no pudo evitar esbozar una sonrisilla, tampoco hacía falta que se hubiera pegado tal carrera, no tenían tanta prisa. Entre sus brazos llevaba una capa de viaje de color pardo y algo manchada de polvo después de haber estado tirada en el suelo.
—Podemos ir a la cafetería donde fuimos la última vez, así escribes la carta en una superficie sólida y mientras nos calentamos un poco de este frío
Ella ladeó la cabeza a ambos lados, dubitativa. No le hacía demasiada gracia meterse en un lugar con gente que pudiera reconocerla, pero suponía que era mejor que estuvieran en un sitio donde no estuvieran expuestas al frío del invierno. Además, podía poner remedios para evitarlo.
—Está bien, vamos entonces —concedió, con una sonrisa. Mientras echaban a andar por las calles empedradas de Tanzaju Gai hacia la salida de la plaza, Ayame echó mano a uno de los bolsillos de su túnica y extrajo el antifaz, que volvió a colocar cubriendo la parte superior de su rostro—. Siento que se te ensuciara la capa... Lo arreglaría con un buen Suiton, pero creo que mojarla sería aún peor bajo este frío —comentó. Volvía a mirar al frente, y entonces su rostro adoptó un gesto serio y, aprovechando que aún no había gente a su alrededor, preguntó en voz baja—: Entonces... ¿De verdad no me tienes miedo ni me odias? Ya has visto lo que soy.
—Podemos ir a la cafetería donde fuimos la última vez, así escribes la carta en una superficie sólida y mientras nos calentamos un poco de este frío
Ella ladeó la cabeza a ambos lados, dubitativa. No le hacía demasiada gracia meterse en un lugar con gente que pudiera reconocerla, pero suponía que era mejor que estuvieran en un sitio donde no estuvieran expuestas al frío del invierno. Además, podía poner remedios para evitarlo.
—Está bien, vamos entonces —concedió, con una sonrisa. Mientras echaban a andar por las calles empedradas de Tanzaju Gai hacia la salida de la plaza, Ayame echó mano a uno de los bolsillos de su túnica y extrajo el antifaz, que volvió a colocar cubriendo la parte superior de su rostro—. Siento que se te ensuciara la capa... Lo arreglaría con un buen Suiton, pero creo que mojarla sería aún peor bajo este frío —comentó. Volvía a mirar al frente, y entonces su rostro adoptó un gesto serio y, aprovechando que aún no había gente a su alrededor, preguntó en voz baja—: Entonces... ¿De verdad no me tienes miedo ni me odias? Ya has visto lo que soy.