21/10/2018, 22:07
—Tú, definitivamente, eres tonto. Voy a comer lo que he pedido y tú vas a quedarte aquí, conmigo, hasta que todo esto pase y podamos ir a casa, ¿entendido?
Su actitud y su voz me devolvió a lo que me había dicho aquel día con Juro como testigo. Cuando ella dejó claro que se desentendía de mi, de Datsue y de Akame. ¿Y ahora esto? ¿Por qué se supone que estaba enfadada? No era nada justo. Así que cuando se giró para volver a su mesa la agarré del brazo y se lo impedí.
— ¿Es eso una orden, Eri? Porque esa es la única forma de la que conseguiras que me quede. Si mal no recuerdo, tú y yo NO somos nada más que una Jounin y un Genin, ya no somos amigos, ni compañeros ni nada. ¿Por qué debería quedarme? ¿Qué ganas tú con que me quede? Yo no quiero quedarme en el mismo sitio que tú.
Busqué mirarla a los ojos y una vez acabado mi discurso la soltaría. Sabía que me había pasado, pero me daba igual. Si aquello tenía que acabar que así fuera. Lo que no iba a consentir es que se andase con rodeos. ¿Por qué tenía que sentirme avergonzado yo? ¿Qué derecho tenía ella a enfadarse? Era ella la que prefería defender a Juro antes que a mí. No. Ahí me plantaba.
— Prefiero la tormenta, al menos sé que ella me puede hacer daño, de ella me espero que me atormente. De ti, nunca me lo esperé.
Volví a andar a la puerta, dispuesto a irme de nuevo.
Su actitud y su voz me devolvió a lo que me había dicho aquel día con Juro como testigo. Cuando ella dejó claro que se desentendía de mi, de Datsue y de Akame. ¿Y ahora esto? ¿Por qué se supone que estaba enfadada? No era nada justo. Así que cuando se giró para volver a su mesa la agarré del brazo y se lo impedí.
— ¿Es eso una orden, Eri? Porque esa es la única forma de la que conseguiras que me quede. Si mal no recuerdo, tú y yo NO somos nada más que una Jounin y un Genin, ya no somos amigos, ni compañeros ni nada. ¿Por qué debería quedarme? ¿Qué ganas tú con que me quede? Yo no quiero quedarme en el mismo sitio que tú.
Busqué mirarla a los ojos y una vez acabado mi discurso la soltaría. Sabía que me había pasado, pero me daba igual. Si aquello tenía que acabar que así fuera. Lo que no iba a consentir es que se andase con rodeos. ¿Por qué tenía que sentirme avergonzado yo? ¿Qué derecho tenía ella a enfadarse? Era ella la que prefería defender a Juro antes que a mí. No. Ahí me plantaba.
— Prefiero la tormenta, al menos sé que ella me puede hacer daño, de ella me espero que me atormente. De ti, nunca me lo esperé.
Volví a andar a la puerta, dispuesto a irme de nuevo.
—Nabi—