21/10/2018, 23:57
—No es tonto, el chiquillo —dijo, cuando Riko le pidió que fuera él el primero en entrar—. cuidado con donde pisas, pon tu mano en mi hombro.
Más que una advertencia, era una información verídica. Y es que, los primeros pasos que les obligaron a atravesar el umbral de oscuridad que de ceñía hacia el interior de la cueva daba miedo de cojones. No saber en dónde ibas a poner el pie, o las manos; ni de cómo guiarte por el camino correcto. Hauru por suerte tenía una excelente vista en lugares oscuros —Riko pudo ver como los ojos de su guía se alumbraron con un tono amarillento y antinatural, habilidad innata que había logrado desarrollar para tener una visión similar a la de los canes en ambientes como aquel— así que no le fue difícil serpentear entre los escombros para dar finalmente con otro pequeño acceso, entre un derrumbe preponderante, que daba hasta un claro ahora sí iluminado por un par de antorchas.
Y lo que aquel fuego vívido iluminaba era...
—¿Te resulta familiar?
Un camino repleto de huesos férreos aunque desgastados con el paso de los años, que emergían desde las profundidades de la piedra que componía el interior de la caverna. Sin ninguna estructura fija, tan sólo docenas de picos para nada uniformes que estaban allí por estar.
Más que una advertencia, era una información verídica. Y es que, los primeros pasos que les obligaron a atravesar el umbral de oscuridad que de ceñía hacia el interior de la cueva daba miedo de cojones. No saber en dónde ibas a poner el pie, o las manos; ni de cómo guiarte por el camino correcto. Hauru por suerte tenía una excelente vista en lugares oscuros —Riko pudo ver como los ojos de su guía se alumbraron con un tono amarillento y antinatural, habilidad innata que había logrado desarrollar para tener una visión similar a la de los canes en ambientes como aquel— así que no le fue difícil serpentear entre los escombros para dar finalmente con otro pequeño acceso, entre un derrumbe preponderante, que daba hasta un claro ahora sí iluminado por un par de antorchas.
Y lo que aquel fuego vívido iluminaba era...
—¿Te resulta familiar?
Un camino repleto de huesos férreos aunque desgastados con el paso de los años, que emergían desde las profundidades de la piedra que componía el interior de la caverna. Sin ninguna estructura fija, tan sólo docenas de picos para nada uniformes que estaban allí por estar.