22/10/2018, 00:21
La mujer observó a Kazuma, y para su sorpresa, el chico no se horrorizó ni salió corriendo. En lugar de eso, silbó de admiración y se quedó a observar las vistas.
Lejos de sentirse admirada o satisfecha, la mujer tuvo durante los primeros segundos una clara cara de sorpresa. Después, regresó a su habitual rostro febril de emoción, como si la sorpresa no hubiera pasado, o hubiera sido un simple delirio de su locura más que estable.
El chico se excusó diciendo que llevaba poco en el oficio y que no podía afirmar mucho sobre el resto de shinobi.
—Además de que soy demasiado blando como para dañar a otros, no tengo nada que usar en usted sin comprometerme a mutilarla. No veo mayor problema en que sea aficionada a las artes del dolor, pero es un juego un tanto peligroso como para practicarlo en solitario… Además, el cuerpo humano tiene un límite: un día podría cortar más profundo de lo debido o sufrir una infección.
— Eso suena muy interesante — dijo la mujer, practicamente babeando. Después, sacudió la cabeza —.Conozco los principios médicos básicos. No soy idiota. No quiero perder ninguna extremidad aún, así que espero que la próxima vez traigas un arma que esté a la altura. He oído de infinidad de armas interesantes: mazas, látigos, bastones... ¡Solo de pensar en ello me estremezco!
La mujer se abrazó así misma, simulando un extremo placer. Por alguna razón, no hacía más que sacar la lengua y entornar los ojos.
—Esta se ve un tanto extraña, ¿Qué clase de máquina de tortura es? ¿Se usa junto con el pergamino?
Otra vez, la mujer tuvo que sorprenderse. ¿Cuánto llevaba eso ahí?
— E-es... es... ¡Un arma muy poderosa, claro que sí! Simula el aguijón de un escorpión, pero mil veces más fuerte. Nada que un novato poco aficionado como tú pudiera aguantar. Yo me alejaría. A veces parece que tiene vida propia — le advirtió la mujer —. No toque eso, fuera, fuera.
La mujer arrastró a Kazuma hasta el otro lado de la habitación, junto al ataud. Entonces, abrió dicho objeto, y lo que encontró ahí fue una fila de cuchillas dentadas, esperando a que alguien entrase. Había mucho espacio. Parecía ser un mecanismo de cierre: en cuanto la persona entraba, era atravesada por las afiladas cuchillas.
— Estaba buscando a un compañero de juegos. La verdad, shinobi-san, es que esto es muy aburrido. Takeshi nunca me dejó satisfecha, en ningún aspecto. Sin embargo, usted... un niño, pero preparado para el dolor y la adversidad. Estoy seguro de que será un buen compañero en este hobby — dijo la mujer, acariciando levemente el brazo de Kazuma, con una expresión picara —. Ya sé que esto te gusta. No te hagas de rogar. ¿Por qué no entras en el ataud? Nunca lo he probado con nadie, porque estaba esperando una situación especial. No sé me ocurre ninguna forma de celebrar nuestra unión.
» Vamos, shinobi-san — dijo la mujer, cogiendole de la mano, para que no se escapara —. Entremos.
Kazuma tendría un par de segundos para reaccionar. Si los dos entraban en aquel instrumento de pinchos y muerte, probablemente, morirían.
Lejos de sentirse admirada o satisfecha, la mujer tuvo durante los primeros segundos una clara cara de sorpresa. Después, regresó a su habitual rostro febril de emoción, como si la sorpresa no hubiera pasado, o hubiera sido un simple delirio de su locura más que estable.
El chico se excusó diciendo que llevaba poco en el oficio y que no podía afirmar mucho sobre el resto de shinobi.
—Además de que soy demasiado blando como para dañar a otros, no tengo nada que usar en usted sin comprometerme a mutilarla. No veo mayor problema en que sea aficionada a las artes del dolor, pero es un juego un tanto peligroso como para practicarlo en solitario… Además, el cuerpo humano tiene un límite: un día podría cortar más profundo de lo debido o sufrir una infección.
— Eso suena muy interesante — dijo la mujer, practicamente babeando. Después, sacudió la cabeza —.Conozco los principios médicos básicos. No soy idiota. No quiero perder ninguna extremidad aún, así que espero que la próxima vez traigas un arma que esté a la altura. He oído de infinidad de armas interesantes: mazas, látigos, bastones... ¡Solo de pensar en ello me estremezco!
La mujer se abrazó así misma, simulando un extremo placer. Por alguna razón, no hacía más que sacar la lengua y entornar los ojos.
—Esta se ve un tanto extraña, ¿Qué clase de máquina de tortura es? ¿Se usa junto con el pergamino?
Otra vez, la mujer tuvo que sorprenderse. ¿Cuánto llevaba eso ahí?
— E-es... es... ¡Un arma muy poderosa, claro que sí! Simula el aguijón de un escorpión, pero mil veces más fuerte. Nada que un novato poco aficionado como tú pudiera aguantar. Yo me alejaría. A veces parece que tiene vida propia — le advirtió la mujer —. No toque eso, fuera, fuera.
La mujer arrastró a Kazuma hasta el otro lado de la habitación, junto al ataud. Entonces, abrió dicho objeto, y lo que encontró ahí fue una fila de cuchillas dentadas, esperando a que alguien entrase. Había mucho espacio. Parecía ser un mecanismo de cierre: en cuanto la persona entraba, era atravesada por las afiladas cuchillas.
— Estaba buscando a un compañero de juegos. La verdad, shinobi-san, es que esto es muy aburrido. Takeshi nunca me dejó satisfecha, en ningún aspecto. Sin embargo, usted... un niño, pero preparado para el dolor y la adversidad. Estoy seguro de que será un buen compañero en este hobby — dijo la mujer, acariciando levemente el brazo de Kazuma, con una expresión picara —. Ya sé que esto te gusta. No te hagas de rogar. ¿Por qué no entras en el ataud? Nunca lo he probado con nadie, porque estaba esperando una situación especial. No sé me ocurre ninguna forma de celebrar nuestra unión.
» Vamos, shinobi-san — dijo la mujer, cogiendole de la mano, para que no se escapara —. Entremos.
Kazuma tendría un par de segundos para reaccionar. Si los dos entraban en aquel instrumento de pinchos y muerte, probablemente, morirían.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60