24/10/2018, 20:09
—No nos vamos a pelear por el pescado, entonces —protestó Daruu, con asco—, porque yo lo odio. Todo para ti.
Y Yuki se volvió horrorizado hacia él, como si acabara de insultar a Nesobo y a toda su familia felina.
—¿Nya? ¡¿Pero cómo puedes decir algo así?! ¡Monstruo! —le espetó, con los ojos abiertos de par en par—. Nya... no está hecho el caviar para la boca del chucho —añadió, encogiéndose de hombros con una sonrisilla de suficiencia.
—Oye, ¿cómo es que puedes transformarte en humano? Quiero decir... aparte de hablar. No eres un gato cualquiera, ¿eh?
La sonrisa de Yuki se ensanchó aún más, mostrando un colmillo más afilado de lo normal en el niño que aparentaba ser.
—Vaya, qué perspicaz —señaló, con la boca llena de sarcasmo—. ¡Pues claro que no soy un minino cualquiera! ¡Soy el mejor ninneko que vas a encontrar! —exclamó con voz infantil y encaprichada, señalándose el pecho con el dedo pulgar. De repente volvió la vista al frente y su rostro se llenó de felicidad—. ¡Mira, ya llegamos!
Tras girar la última esquina llegaron al fin al callejón que Daruu había abandonado varios minutos atrás. Al fondo, entre las suaves penumbras que le proporcionaba su pequeño refugio, la anciana continuaba envuelta en aquella arrugada capa marrón, completamente inmóvil y rodeada de sus pequeños, que maullaban de forma más insistente de lo usual.
Y Yuki se volvió horrorizado hacia él, como si acabara de insultar a Nesobo y a toda su familia felina.
—¿Nya? ¡¿Pero cómo puedes decir algo así?! ¡Monstruo! —le espetó, con los ojos abiertos de par en par—. Nya... no está hecho el caviar para la boca del chucho —añadió, encogiéndose de hombros con una sonrisilla de suficiencia.
—Oye, ¿cómo es que puedes transformarte en humano? Quiero decir... aparte de hablar. No eres un gato cualquiera, ¿eh?
La sonrisa de Yuki se ensanchó aún más, mostrando un colmillo más afilado de lo normal en el niño que aparentaba ser.
—Vaya, qué perspicaz —señaló, con la boca llena de sarcasmo—. ¡Pues claro que no soy un minino cualquiera! ¡Soy el mejor ninneko que vas a encontrar! —exclamó con voz infantil y encaprichada, señalándose el pecho con el dedo pulgar. De repente volvió la vista al frente y su rostro se llenó de felicidad—. ¡Mira, ya llegamos!
Tras girar la última esquina llegaron al fin al callejón que Daruu había abandonado varios minutos atrás. Al fondo, entre las suaves penumbras que le proporcionaba su pequeño refugio, la anciana continuaba envuelta en aquella arrugada capa marrón, completamente inmóvil y rodeada de sus pequeños, que maullaban de forma más insistente de lo usual.