25/09/2015, 15:17
La situación se había tornado un poco incomoda, pues aquel viejo truco de fingir que no se habían visto no había funcionado. La chica más que incomoda parecía sorprendida, quizás por que encontrarse de aquella manera era algo extraño.
—Eri-dono —dijo él—, yo tampoco había notado que eras tú —por un momento tuvo que morderse la lengua para no preguntar el por qué de sus ropas.
Aunque lejos de parecerles repelente, los atuendos de la chica resultaban bastante agradables a la vista. El Ishimura siempre había gustado de las ropas tradicionales, a pesar de que por experiencia sabia que podían llegar a ser muy incomodas, más aun las de mujer.
«Que incomodo. No es que me lleve bien con ella, pero tampoco quiero ser grosero. Digo ambos somos ninjas de la espiral… Pero aquel golpe me dolió bastante, aunque bueno… Casi todo el mundo termina queriendo golpearme cuando le estoy conociendo»
El silencio se extendió un poco más. De alguna manera, lo tranquilo que se encontraba el ambiente le acentuaba bastante. Solo se podía escuchar el correr del viento, el cantar de algunas aves y el suave rumiar de un caballo cercano.
—Esto… —dijo tratando de romper el silencio—. Y ¿qué te trae por aquí? ¿Has venido a tomar un paseo en carruaje o algo así? —Pregunto, mirando hacia el frente mientras que con un dedo enrollaba uno de los largos mechones que caían desde su patilla.
—Eri-dono —dijo él—, yo tampoco había notado que eras tú —por un momento tuvo que morderse la lengua para no preguntar el por qué de sus ropas.
Aunque lejos de parecerles repelente, los atuendos de la chica resultaban bastante agradables a la vista. El Ishimura siempre había gustado de las ropas tradicionales, a pesar de que por experiencia sabia que podían llegar a ser muy incomodas, más aun las de mujer.
«Que incomodo. No es que me lleve bien con ella, pero tampoco quiero ser grosero. Digo ambos somos ninjas de la espiral… Pero aquel golpe me dolió bastante, aunque bueno… Casi todo el mundo termina queriendo golpearme cuando le estoy conociendo»
El silencio se extendió un poco más. De alguna manera, lo tranquilo que se encontraba el ambiente le acentuaba bastante. Solo se podía escuchar el correr del viento, el cantar de algunas aves y el suave rumiar de un caballo cercano.
—Esto… —dijo tratando de romper el silencio—. Y ¿qué te trae por aquí? ¿Has venido a tomar un paseo en carruaje o algo así? —Pregunto, mirando hacia el frente mientras que con un dedo enrollaba uno de los largos mechones que caían desde su patilla.