27/10/2018, 16:49
—No se trata de lo que hiciese o dejase de hacer él directamente. Se trata que de buenas a primeras se creyeron que habíamos planeado toda esa mierda para secuestrar a la jinchuriki de Amegakure. Sin pruebas, sin nada de nada, más allá de los cuatro gritos de la loca que dirigía a los de la lluvia en ese caos y que se había lanzado a por Datsue a la primera de cambio. ¡Kusagakure se alió con Amegakure sin dudar ni un instante! ¡A pesar de que eramos nosotros las victimas! ¡Era nuestra villa la que estaba en un peligro inminente! ¡¡Y NOS ATACARON!!
Ahí no podía negar que tenía parte de razón, pero a su vez no podía evitar pensar que se habían ganado esa reputación: no por ellos, sino por Datsue. Él se había enemistado con Ayame y todos los presentes se habían dado cuenta de aquella situación. Había atentado contra Amekoro Yui, líder de la Lluvia. ¿Qué podían esperar? Kusagakure se aliaría con los primeros que pudiera, y Amegakure parecía tener las de ganar ahí delante.
—Y claro que no entiendo lo de Juro. Se suponía que eramos amigos y en cuanto tuvo la ocasión de creer que nuestra villa había hecho una especie de mega plan comunitario para secuestrar a la jinchuriki de Amegakure se lo comió con patatas, sin masticar ni nada. ¿Cómo pudo creerse eso, Eri? ¡Por supuesto que le tiré una mierda! Y si pudiese entrenar elefantes en vez de perros lo hubiese bañado en heces, porque era lo mínimo que se merecía por traicionar nuestra confianza.
—Aquel día todo fue un caos, ya sabes lo que ocurrió cuando yo me marche, ¡me marché para salvar la vida de Aotsuki Ayame! Y esposé a Amedama Daruu por orden de Akame, Nabi, ¿qué crees que hicieron? Obviamente quedarse con lo segundo, claro, ¿quién soy yo para salvar a una amiga? ¡Me da igual que Ayame fuera una jinchuuriki, por el amor de Shiona-sama, nuestro deber es salvar vidas! —exclamó, acalorada—. Aquel día fue un desastre —repitió, con amargura—. Pero eso no justifica que Juro se comportase así, ni que tu lo hicieras, érais amigos, ¿no podríais haber hablado las cosas?
Suspiró, cansada, y la verdad es que tampoco quería seguir discutiendo allí, en aquel local donde al parecer eran sujetos de miradas ajenas que parecían curiosos ante el espectáculo, claro que no había otra cosa mejor que ver.
— Claro que no quiero que dejes de ser kunoichi ni que dejes de salvar el mundo cada vez que puedas. No me importó que me dejases tirado por salvar la villa, lo entendí e intenté salvarle el culo a Datsue. También es mi trabajo y lo entiendo. Y no quiero que cambies, te quiero tal y como eres. Eres perfecta. Solo quiero que confíes en mi como yo confío en ti. ¿Cómo quieres que me sienta cuando defiendes a Juro delante de mi?
Enrrojeció ante las palabras de su compañero, pues no pensaba que todavía siguiera con aquellos pensamientos. Había escuchado mil y una veces de su boca que era perfecta, pero nunca se lo había tomado a pecho pues la verdad es que Nabi probablemente considerase a Datsue igual que perfecto —o más—que ella, sin embargo, tras todo lo mencionado, fue lo que menos se esperaba. No sonrió, sin embargo se tranquilizó ligeramente, volviendo a tomar control de su voz.
—Claro que confío en ti, siempre lo he hecho —respondió de forma tranquila, sin sonar con reproche—. Y lo siento por haber hecho que pensases que me ponía del lado de Juro, solo quería que no creciesen los problemas entre todos nosotros, pensé... —cerró los ojos fuertemente, recordando el rostro claro de Ayame ofreciéndole la mano, cerrando aquel tratado de paz que habían firmado en secreto entre ellas—. Pensé que podría ayudar a crear una nueva paz, por eso... Por eso no quería que discutiéseis.
Dejó caer sus hombros, derrotada.
—Lo siento, lo siento mucho... —se lamentó, bajando la mirada entre murmullos.
Ahí no podía negar que tenía parte de razón, pero a su vez no podía evitar pensar que se habían ganado esa reputación: no por ellos, sino por Datsue. Él se había enemistado con Ayame y todos los presentes se habían dado cuenta de aquella situación. Había atentado contra Amekoro Yui, líder de la Lluvia. ¿Qué podían esperar? Kusagakure se aliaría con los primeros que pudiera, y Amegakure parecía tener las de ganar ahí delante.
—Y claro que no entiendo lo de Juro. Se suponía que eramos amigos y en cuanto tuvo la ocasión de creer que nuestra villa había hecho una especie de mega plan comunitario para secuestrar a la jinchuriki de Amegakure se lo comió con patatas, sin masticar ni nada. ¿Cómo pudo creerse eso, Eri? ¡Por supuesto que le tiré una mierda! Y si pudiese entrenar elefantes en vez de perros lo hubiese bañado en heces, porque era lo mínimo que se merecía por traicionar nuestra confianza.
—Aquel día todo fue un caos, ya sabes lo que ocurrió cuando yo me marche, ¡me marché para salvar la vida de Aotsuki Ayame! Y esposé a Amedama Daruu por orden de Akame, Nabi, ¿qué crees que hicieron? Obviamente quedarse con lo segundo, claro, ¿quién soy yo para salvar a una amiga? ¡Me da igual que Ayame fuera una jinchuuriki, por el amor de Shiona-sama, nuestro deber es salvar vidas! —exclamó, acalorada—. Aquel día fue un desastre —repitió, con amargura—. Pero eso no justifica que Juro se comportase así, ni que tu lo hicieras, érais amigos, ¿no podríais haber hablado las cosas?
Suspiró, cansada, y la verdad es que tampoco quería seguir discutiendo allí, en aquel local donde al parecer eran sujetos de miradas ajenas que parecían curiosos ante el espectáculo, claro que no había otra cosa mejor que ver.
— Claro que no quiero que dejes de ser kunoichi ni que dejes de salvar el mundo cada vez que puedas. No me importó que me dejases tirado por salvar la villa, lo entendí e intenté salvarle el culo a Datsue. También es mi trabajo y lo entiendo. Y no quiero que cambies, te quiero tal y como eres. Eres perfecta. Solo quiero que confíes en mi como yo confío en ti. ¿Cómo quieres que me sienta cuando defiendes a Juro delante de mi?
Enrrojeció ante las palabras de su compañero, pues no pensaba que todavía siguiera con aquellos pensamientos. Había escuchado mil y una veces de su boca que era perfecta, pero nunca se lo había tomado a pecho pues la verdad es que Nabi probablemente considerase a Datsue igual que perfecto —o más—que ella, sin embargo, tras todo lo mencionado, fue lo que menos se esperaba. No sonrió, sin embargo se tranquilizó ligeramente, volviendo a tomar control de su voz.
—Claro que confío en ti, siempre lo he hecho —respondió de forma tranquila, sin sonar con reproche—. Y lo siento por haber hecho que pensases que me ponía del lado de Juro, solo quería que no creciesen los problemas entre todos nosotros, pensé... —cerró los ojos fuertemente, recordando el rostro claro de Ayame ofreciéndole la mano, cerrando aquel tratado de paz que habían firmado en secreto entre ellas—. Pensé que podría ayudar a crear una nueva paz, por eso... Por eso no quería que discutiéseis.
Dejó caer sus hombros, derrotada.
—Lo siento, lo siento mucho... —se lamentó, bajando la mirada entre murmullos.