27/10/2018, 20:34
Pero Kirishima negó con la cabeza bruscamente, acompañando aquel gesto con un aspaviento de sus brazos.
—N... ¡no, no tienes que sentirlo! —aseguró—. Me habéis salvado. Me habéis permitido seguir con mi vida reformada. Yo ya había dejado todo eso atrás, ya había pagado por mis días de juventud criminal. Esto ha sido... como pasar la última página. —Suspiró—. Así que os doy las gracias. Muchas gracias, de verdad. A partir de ahora, tendréis bebida gratis en los...
—No —se adelantó Daruu—. Tu trabajo duro merece recompensa. Tranquilo, Kirishima-san. Era nuestra misión. Somos ninjas.
El tabernero asintió y se volvió por última vez hacia el cuerpo inerte de Notsu, el que había sido su compañero de crímenes.
—Kōri-san. Por favor, dile al equipo que tenga que venir a ocuparse de él que podrá encontrarme en mi casa. No pienso pasar las horas con... esto aquí.
El Jōnin pareció dudar durante un instante, dejar que un testigo se marche del lugar del crimen así como así no era la mejor de las acciones que podía llevar a cabo, pero terminó por asentir. No era plato de buen gusto quedarse en compañía de un cadáver durante un tiempo indeterminado. Y menos cuando aquel cadáver correspondía a un antiguo amigo que hacía unos breves segundos había amenazado tu vida.
—Así lo haré.
El trío se despidió del tabernero y retomaron el rumbo hacia la Torre de la Arashikage. No echaron a correr, pero sí llevaban el ritmo como para andar entre zancadas. Y aún así, Ayame se adelantó. Por el sonido de sus pisadas y por la postura de su cuerpo, tenso como la cuerda de un arco, estaba claro que seguía molesta. Terriblemente molesta. Pero eso no aplacó a Kōri, que le dio alcance y la obligó a girarse hacia él tomándola por el hombro.
—No vuelvas a hacer eso. Nunca —le advirtió.
Y la muchacha se estremeció ante la aguda mirada de su hermano mayor. Sus ojos, punzantes como dos dagas de hielo, la escrutaban como nunca lo habían hecho. Incluso su gesto, siempre desapasionado e indescifrable, se había transformado en una máscara de severidad. Por un momento, El Hielo se parecía más a Aotsuki Zetsuo que a sí mismo.
—El... ¿El qué?
—Marcharte. Adelantarte en mitad de una misión. Por muy hermana mía que seas, sigues siendo una genin supeditada a mis órdenes.
Ayame desvió la cabeza hacia un lado, chasqueando la lengua, pero Kōri la zarandeó con cierta brusquedad para captar de nuevo su atención.
—¡Ayame! Esto es mucho más serio de lo que te puedas imaginar. Estábamos buscando a un asesino. ¿Y si te hubieras topado con él durante esa rabieta tuya? Somos un equipo, no podemos estar actuando como nos venga en gana sólo por malentendidos y discusiones. Si tenéis que arreglar algo Daruu-kun y tú, lo arregláis después de cumplir la misión, pero no voy a tolerar que se ponga en riesgo, ya no sólo el éxito de la misión sino la vida de más personas, a causa de una infantil regañina. Os lo advierto, a ambos —añadió, volviéndose también hacia Daruu.
—N... ¡no, no tienes que sentirlo! —aseguró—. Me habéis salvado. Me habéis permitido seguir con mi vida reformada. Yo ya había dejado todo eso atrás, ya había pagado por mis días de juventud criminal. Esto ha sido... como pasar la última página. —Suspiró—. Así que os doy las gracias. Muchas gracias, de verdad. A partir de ahora, tendréis bebida gratis en los...
—No —se adelantó Daruu—. Tu trabajo duro merece recompensa. Tranquilo, Kirishima-san. Era nuestra misión. Somos ninjas.
El tabernero asintió y se volvió por última vez hacia el cuerpo inerte de Notsu, el que había sido su compañero de crímenes.
—Kōri-san. Por favor, dile al equipo que tenga que venir a ocuparse de él que podrá encontrarme en mi casa. No pienso pasar las horas con... esto aquí.
El Jōnin pareció dudar durante un instante, dejar que un testigo se marche del lugar del crimen así como así no era la mejor de las acciones que podía llevar a cabo, pero terminó por asentir. No era plato de buen gusto quedarse en compañía de un cadáver durante un tiempo indeterminado. Y menos cuando aquel cadáver correspondía a un antiguo amigo que hacía unos breves segundos había amenazado tu vida.
—Así lo haré.
El trío se despidió del tabernero y retomaron el rumbo hacia la Torre de la Arashikage. No echaron a correr, pero sí llevaban el ritmo como para andar entre zancadas. Y aún así, Ayame se adelantó. Por el sonido de sus pisadas y por la postura de su cuerpo, tenso como la cuerda de un arco, estaba claro que seguía molesta. Terriblemente molesta. Pero eso no aplacó a Kōri, que le dio alcance y la obligó a girarse hacia él tomándola por el hombro.
—No vuelvas a hacer eso. Nunca —le advirtió.
Y la muchacha se estremeció ante la aguda mirada de su hermano mayor. Sus ojos, punzantes como dos dagas de hielo, la escrutaban como nunca lo habían hecho. Incluso su gesto, siempre desapasionado e indescifrable, se había transformado en una máscara de severidad. Por un momento, El Hielo se parecía más a Aotsuki Zetsuo que a sí mismo.
—El... ¿El qué?
—Marcharte. Adelantarte en mitad de una misión. Por muy hermana mía que seas, sigues siendo una genin supeditada a mis órdenes.
Ayame desvió la cabeza hacia un lado, chasqueando la lengua, pero Kōri la zarandeó con cierta brusquedad para captar de nuevo su atención.
—¡Ayame! Esto es mucho más serio de lo que te puedas imaginar. Estábamos buscando a un asesino. ¿Y si te hubieras topado con él durante esa rabieta tuya? Somos un equipo, no podemos estar actuando como nos venga en gana sólo por malentendidos y discusiones. Si tenéis que arreglar algo Daruu-kun y tú, lo arregláis después de cumplir la misión, pero no voy a tolerar que se ponga en riesgo, ya no sólo el éxito de la misión sino la vida de más personas, a causa de una infantil regañina. Os lo advierto, a ambos —añadió, volviéndose también hacia Daruu.