27/10/2018, 21:12
(Última modificación: 27/10/2018, 21:31 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Por mi parte, trataré que esto no vuelva a suceder durante una misión, Kōri-sensei —respondió Daruu, antes de volverse hacia Ayame, que le miró ceñuda—. Ayame, la hidromiel pluvial es la única bebida alcohólica que me gusta. No me suelo beber más de una y detesto a los borrachos. Entiendo que te resulte intolerable, por cualquiera que sea la razón, pero entiende que no la bebo para molestarte.
Ella no respondió. Una o diez copas eran lo mismo para ella, y poco había por hacer para que cambiara de opinión.
—No me encontrarás en un callejón ebrio como una cuba, pero si alguna vez me encuentras, tienes permiso para golpearme de nuevo. Por ahora, por favor, te agradecería que respetaras mi coronilla mientras me mantenga responsable.
Ella asintió a regañadientes, anotándose ese permiso a fuego en el cerebro. Fuera como fuese, no hubo una disculpa abierta y formal por parte de ninguno de los dos muchachos. No hubo paces ni regresó el buen ambiente entre ambos. Daruu se marchó tras una última despedida, y Ayame se cruzó de brazos.
—No se ha disculpado por llamarme amargada —farfulló entre dientes.
Junto a ella, Kōri expulsó el aire a través de la nariz en un suspiro quedo.
—Bueno, le diste un buen capón —respondió, con su habitual apatía de vuelta—. Te recomiendo que vuelvas a casa y descanses. Ha sido una misión larga y dura para vosotros. Yo iré a informar a la Torre del Arashikage y recogeré vuestras recompensas.
Ayame gruñó por lo bajo pero le hizo caso.
Y aún así, se aseguró de tomar un rumbo a casa diferente al que había cogido Daruu.
Ella no respondió. Una o diez copas eran lo mismo para ella, y poco había por hacer para que cambiara de opinión.
—No me encontrarás en un callejón ebrio como una cuba, pero si alguna vez me encuentras, tienes permiso para golpearme de nuevo. Por ahora, por favor, te agradecería que respetaras mi coronilla mientras me mantenga responsable.
Ella asintió a regañadientes, anotándose ese permiso a fuego en el cerebro. Fuera como fuese, no hubo una disculpa abierta y formal por parte de ninguno de los dos muchachos. No hubo paces ni regresó el buen ambiente entre ambos. Daruu se marchó tras una última despedida, y Ayame se cruzó de brazos.
—No se ha disculpado por llamarme amargada —farfulló entre dientes.
Junto a ella, Kōri expulsó el aire a través de la nariz en un suspiro quedo.
—Bueno, le diste un buen capón —respondió, con su habitual apatía de vuelta—. Te recomiendo que vuelvas a casa y descanses. Ha sido una misión larga y dura para vosotros. Yo iré a informar a la Torre del Arashikage y recogeré vuestras recompensas.
Ayame gruñó por lo bajo pero le hizo caso.
Y aún así, se aseguró de tomar un rumbo a casa diferente al que había cogido Daruu.