29/10/2018, 17:04
(Última modificación: 29/10/2018, 17:29 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
Yachi, aquella aldea situada prácticamente en la frontera del País de la Tormenta y de los Bosques, no solo era famosa por sus impresionantes paisajes, sino también por su producto local: la calabaza. Mamá me había hablado de ella y de la festividad de aquella época del año en una aldea cercana a su ubicación. Por lo visto tenían la costumbre de festejar el día de los muertos, donde recordaban todos aquellos seres queridos que se habían ido y ahora habitaban los dominios del Yomi. al parecer toda la aldea se disfrazaba para la ocasión y hacían una gran fiesta.
Nosotros teníamos a papá en el Yomi, después de todo lo que sucedió en el Valle Aodori, cuando firmé el pacto de sangre con las arañas. Por ello, decidimos viajar hasta allí y, en lo personal, la verdad es que tenía muchas de ver todo lo que rodeaba aquella festividad.
Tras dos intensos días de viaje, al fin llegamos y me quedé fascinado ante lo que pude ver. Las calles y las casas estaban decoradas por todas aquellas calabazas y por un aspecto algo fúnebre. En aquellas calabazas se esbozaban rostros de todo tipo; tristes, alegres, risueños... Sin embargo al ver corretear a los niños y a los habitantes, incluso los que habían viajado para la ocasión distaban de reflejar una sensación de miedo o tristeza, reían y se lo pasaban bien. Algunos niños incluso iban disfrazados; de bruja, de fantasmas, incluso algunos con calabazas en la cabeza como si fuera un casco o una máscara.
En cuanto a nosotros, lo primero que hicimos fue buscar un lugar en el que hospedarnos ante de empezar a disfrutar de la fiesta y, finalmente encontramos una habitación en un lugar llamado el viajero incansable. Estaba situado en el centro y muy cerca del punto de ebullición de la aldea.
— Esto es impresionante mamá
— Ya te dije que lo pasaríamos bien, Yotita — dijo, risueña
— ¡Incluso yo podría pasar desapercibida! — dijo Kumopansa, y la verdad es que no le faltaba razón.
Nosotros teníamos a papá en el Yomi, después de todo lo que sucedió en el Valle Aodori, cuando firmé el pacto de sangre con las arañas. Por ello, decidimos viajar hasta allí y, en lo personal, la verdad es que tenía muchas de ver todo lo que rodeaba aquella festividad.
Tras dos intensos días de viaje, al fin llegamos y me quedé fascinado ante lo que pude ver. Las calles y las casas estaban decoradas por todas aquellas calabazas y por un aspecto algo fúnebre. En aquellas calabazas se esbozaban rostros de todo tipo; tristes, alegres, risueños... Sin embargo al ver corretear a los niños y a los habitantes, incluso los que habían viajado para la ocasión distaban de reflejar una sensación de miedo o tristeza, reían y se lo pasaban bien. Algunos niños incluso iban disfrazados; de bruja, de fantasmas, incluso algunos con calabazas en la cabeza como si fuera un casco o una máscara.
En cuanto a nosotros, lo primero que hicimos fue buscar un lugar en el que hospedarnos ante de empezar a disfrutar de la fiesta y, finalmente encontramos una habitación en un lugar llamado el viajero incansable. Estaba situado en el centro y muy cerca del punto de ebullición de la aldea.
— Esto es impresionante mamá
— Ya te dije que lo pasaríamos bien, Yotita — dijo, risueña
— ¡Incluso yo podría pasar desapercibida! — dijo Kumopansa, y la verdad es que no le faltaba razón.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa