29/10/2018, 22:33
— Hey, no digas eso. Tus rayas en las mejillas son chulas ...y tienes una gran personalidad, claro, eso también. Aunque a veces es difícil entenderte. Y tiendes a cagarla bastante, eso es verdad. Pero eso no es malo. Es.... parte de ti, ¿no?
No supe si reirme y llorar. Pero de momento, me decidí por esbozar una leve sonrisa y mirarle con picardia a la vez que le contestaba.
— A ver Juro, no es que no aprecie que me intentes embelesar con tus dotes de ligoteo, pero no busco consuelo. O al menos no lo buscaría en tus brazos. Sé que soy genial, listo, guapo y fuerte. Lo tengo todo, pero no es suficiente para que Eri no me odie.
» Lo que quiero decir es que si Eri aún no te ha dado la patada después de tantas cagadas es porque le importas, ¿no crees? Venga ya tío. Hasta un kuseño como yo lo puede ver. Tienes que hablar con ella.
Qué bonito lo pintaba todo el bueno de Juro, que inocente era, tanto, que parecía tonto la mayor parte del tiempo.
— A Eri nunca le he gustado, no en un sentido romántico, sino en un sentido general, siempre he sido... bueno, yo. Una versión de la genialidad que a las damas no embelesa, no tengo sutileza, no tengo decoro, ni lo busco. Siento que ella siempre ha estado esperando que cambiase. Algo de lo que hacen las frutas, ya sabes, madurar. Pero... esto es lo único que tengo, y lo que soy al final.
Me señalé entero para que Juro lo entendiese, porque estaba claro que no lo iba a entender. En el fondo es lógico, no era más que un extranjero que apenas conocía, no iba a entender la profundidad de mi relación con Eri. Siempre había estado ahí para ella, siempre viendo que ella esperaba más de mi de lo que yo tenía para ofrecer. Cada esfuerzo que había hecho había sido por ella, pero ahora que el camino llegaba a su fin, al final no está ella.
Al final solo hay una pared insalvable. La pared de la seriedad y la madurez. Eri y yo nunca habíamos sido nada más que una mentira que cada vez nos creíamos menos. Y yo no valgo para contar mentiras.
—Nabi—