29/10/2018, 23:29
(Última modificación: 30/10/2018, 01:22 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Tienes toda la razón, la verdad es que me apena ver que no hay tanta gente, son bastante buenos... —afirmó Eri.
—Bueno, ahora estamos en invierno, pero seguro que en verano y cuando se celebra el festival de música vendrá mucha más gente.
De repente, antes de que Ayame pudiera hacer nada por remediarlo, Eri se levantó, tomó ambas copas y se dirigió hacia la barra para pagar los batidos. La kunoichi de Amegakure no tuvo otra que quedarse de brazos cruzados, a la espera del retorno de la pelirroja. Y, cuando lo hizo, infló los mofletes.
—Más te vale decirme lo que te debo, porque no voy a dejar que me invites, Eri-chan.
Pero ella estaba a punto de contraatacar con una nueva pregunta. Una que, ni siquiera Ayame, habría podido predecir.
—Por cierto, creo que no te lo he preguntado —y si te lo he preguntado no me acuerdo—, pero, ¿qué hacías aquí?
Ayame ladeó la cabeza. Primero hacia un lado, luego hacia el otro. Paseó la mirada por las vetas de la madera de la mesa, pensativa, y terminó por acariciarlas con la yema de un dedo. Era una pregunta interesante. Una pregunta que se había hecho desde el mismo momento que se había decidido y había puesto un pie fuera de la aldea. Porque nadie se hacía un viaje de varios días de camino sin un objetivo en mente, ¿no es así? ¿Y cuál había sido el suyo?
—Si te soy sincera... No lo sé —respondió al fin, torciendo el gesto—. Yo no debería estar aquí, de hecho. Mi mente me decía que no quería verte, ¡tenía miedo después de lo que pasó en Uzushiogakure! Pero... mi corazón me empujó a hacerlo. De hecho, me habría gustado venir para cuando se celebraba el festival de música... Pero no pude hacerlo. ¿Y todo por qué? ¿De verdad tenía la esperanza de verte aquí? Era una lucha constante entre lo que quería y lo que debía hacer —Sacudió la cabeza, entrecerrando ligeramente los ojos. Entonces alzó la mirada hacia Eri y clavó en sus iris azules los suyos castaños—. ¿Y tú, Eri-chan? ¿Por qué has venido?
—Bueno, ahora estamos en invierno, pero seguro que en verano y cuando se celebra el festival de música vendrá mucha más gente.
De repente, antes de que Ayame pudiera hacer nada por remediarlo, Eri se levantó, tomó ambas copas y se dirigió hacia la barra para pagar los batidos. La kunoichi de Amegakure no tuvo otra que quedarse de brazos cruzados, a la espera del retorno de la pelirroja. Y, cuando lo hizo, infló los mofletes.
—Más te vale decirme lo que te debo, porque no voy a dejar que me invites, Eri-chan.
Pero ella estaba a punto de contraatacar con una nueva pregunta. Una que, ni siquiera Ayame, habría podido predecir.
—Por cierto, creo que no te lo he preguntado —y si te lo he preguntado no me acuerdo—, pero, ¿qué hacías aquí?
Ayame ladeó la cabeza. Primero hacia un lado, luego hacia el otro. Paseó la mirada por las vetas de la madera de la mesa, pensativa, y terminó por acariciarlas con la yema de un dedo. Era una pregunta interesante. Una pregunta que se había hecho desde el mismo momento que se había decidido y había puesto un pie fuera de la aldea. Porque nadie se hacía un viaje de varios días de camino sin un objetivo en mente, ¿no es así? ¿Y cuál había sido el suyo?
—Si te soy sincera... No lo sé —respondió al fin, torciendo el gesto—. Yo no debería estar aquí, de hecho. Mi mente me decía que no quería verte, ¡tenía miedo después de lo que pasó en Uzushiogakure! Pero... mi corazón me empujó a hacerlo. De hecho, me habría gustado venir para cuando se celebraba el festival de música... Pero no pude hacerlo. ¿Y todo por qué? ¿De verdad tenía la esperanza de verte aquí? Era una lucha constante entre lo que quería y lo que debía hacer —Sacudió la cabeza, entrecerrando ligeramente los ojos. Entonces alzó la mirada hacia Eri y clavó en sus iris azules los suyos castaños—. ¿Y tú, Eri-chan? ¿Por qué has venido?