30/10/2018, 11:34
Pero Daruu retrocedió un paso, entre incrédulo y receloso.
—Oye, oye. ¿No irás en serio? Una familia de animales ninja. ¿A mi? P-pero... ¿por qué?
—Nyo lo sé. Nya te lo he dicho: nyo sé qué vio en ti —respondió Yuki, con una sinceridad certera—. Pero si era la nyúltima voluntad de la abuela Nesobo, así debe hacerse.
Por la determinación que brillaba en sus ojos cristalinos anegados de lágrimas, cualquiera diría que, si Daruu se negaba, Yuki sería capaz de perseguirle hasta el fin del mundo con tal de cumplir con su tarea.
A Daruu no le faltó razón en sus cálculos. Con las muñecas esposadas de aquella manera, el chico tuvo que hacer verdaderos malabarismos para que el pergamino no terminara cayendo al suelo. De hecho, para poder sujetarlo, enseguida se daría cuenta de que debería apoyarlo de forma horizontal sobre sus antebrazos que intentar sostenerlo con sus manos.
—Ay. Yuki-san... no sabrás por casualidad... esa técnica de fuego azul de la abuela Nesobo, ¿no? No sé cómo quitarme estos... Ugh, trastos.
Yuki ladeó la cabeza y abrió los ojos de par en par al comprobar qué era lo que afligía al shinobi. Por la sonrisa nerviosa que esbozó, parecía que se había olvidado por completo de aquellas esposas.
—¡Oh! Es cierto —alzó la palma de su mano hacia las muñecas de Daruu, y una diminuta bola de fuego azul surgió de repente entre sus dedos.
Saltaba a la vista que la técnica de Yuki no era tan potente como la de Nesobo, pero las esposas de hielo comenzaron a sudar ante el contacto de su enemigo ancestral. Daruu incluso podría llegar a sentir el intenso calor acariciando la piel de sus muñecas, amenazando con quemarle a él en el proceso. Pero afortunadamente, y tras varios minutos de espera, las esposas de hielo terminaron por derretirse y caer al suelo como un charco más en el asfalto.
—¿Nyahora lo firmarás?
—Oye, oye. ¿No irás en serio? Una familia de animales ninja. ¿A mi? P-pero... ¿por qué?
—Nyo lo sé. Nya te lo he dicho: nyo sé qué vio en ti —respondió Yuki, con una sinceridad certera—. Pero si era la nyúltima voluntad de la abuela Nesobo, así debe hacerse.
Por la determinación que brillaba en sus ojos cristalinos anegados de lágrimas, cualquiera diría que, si Daruu se negaba, Yuki sería capaz de perseguirle hasta el fin del mundo con tal de cumplir con su tarea.
A Daruu no le faltó razón en sus cálculos. Con las muñecas esposadas de aquella manera, el chico tuvo que hacer verdaderos malabarismos para que el pergamino no terminara cayendo al suelo. De hecho, para poder sujetarlo, enseguida se daría cuenta de que debería apoyarlo de forma horizontal sobre sus antebrazos que intentar sostenerlo con sus manos.
—Ay. Yuki-san... no sabrás por casualidad... esa técnica de fuego azul de la abuela Nesobo, ¿no? No sé cómo quitarme estos... Ugh, trastos.
Yuki ladeó la cabeza y abrió los ojos de par en par al comprobar qué era lo que afligía al shinobi. Por la sonrisa nerviosa que esbozó, parecía que se había olvidado por completo de aquellas esposas.
—¡Oh! Es cierto —alzó la palma de su mano hacia las muñecas de Daruu, y una diminuta bola de fuego azul surgió de repente entre sus dedos.
Saltaba a la vista que la técnica de Yuki no era tan potente como la de Nesobo, pero las esposas de hielo comenzaron a sudar ante el contacto de su enemigo ancestral. Daruu incluso podría llegar a sentir el intenso calor acariciando la piel de sus muñecas, amenazando con quemarle a él en el proceso. Pero afortunadamente, y tras varios minutos de espera, las esposas de hielo terminaron por derretirse y caer al suelo como un charco más en el asfalto.
—¿Nyahora lo firmarás?