2/11/2018, 19:07
Varias personas más salieron de la taberna a pasos rápidos. No corrían, pero daba la sensación de que se frenaban para no hacerlo, como cuando te topas con un oso y tratas de retroceder lentamente como sabes que hay que hacer, apretando la mandíbula para contener el instinto que te grita de salir por patas.
La última de ellas, el borracho, quien agradeció a Kaido por la invitación, negó con la cabeza varias veces al ver a Yota y Daigo cuchicheando en el exterior.
—Hoy en día los shinobish eshtán hechos de manteca, tú —comentó, cizañero, al pasar a su lado. Lo vieron alejarse formando eses calle abajo.
Mientras tanto, en el interior, la tabernera indicó a Kaido el número de habitación. Siendo que solo había tres, no tenía la menor pérdida. Quiso ver el lado positivo del percance: y es que al fin, una noche, se iría temprano a dormir. Habiéndose marchado toda la clientela, empezó a recoger las mesas, limpiar los platos, fregar… Todo para tenerlo listo para mañana por la mañana.