2/11/2018, 20:50
Se había dejado llevar por las palmadas, marcando el ritmo que acompañaba la melodía. ¿Cuando volvería a tener una oportunidad así? No importaba a esas alturas. Lo único relevante era pasarlo bien en las última horas de la tarde, quién sabe si se extendería la fiesta hasta las altas horas de la noche. "Es hora del toque de gracia" Rápidamente sus dedos se deslizaron entre las cuerdas, en un melodioso solo a gran velocidad qué pretendía marcar el final de la canción. No le salió a la velocidad ni con el sonido potente que hubiese querido dado la clase de guitarra que era, pero eso no le impidió rematar la canción mientras cerraba los ojos escuchando los aplausos de la gente.
—¡Yosha!~
Su actuación había terminado, pero en el fondo aún estaba crecido creyendo que nadie más podría superar su actuación. Dejó la guitarra con el resto de instrumentos dispuestos para los que quisieran participar, para luego irse a sentar de nuevo. Al pie de la tarima se encontraba un muchacho de cabellos negros peinado con un moño, esperando para subir y continuar al espectáculo del día.
—Todo tuyo— Le dijo con tono bravato mientras caminaba a la par de él, posando durante unos instantes la mano en su hombro antes de regresar a su mesa.
Mientras eso ocurría, la muchacha de cabellos pelirrojos volteó la vista hacia el misterioso extranjero que le había dirigido la palabra. Tal y cómo suponía el Kaguya, aquella chica rondaba los quince años de edad, ataviada con una blusa blanca y bordes de encaje blanco, rematando con una larga falda de color naranja y unas sandalias blancas de tacón pequeño. Ella le observó con sus dos ojos marrones, tratando de recordar si lo había visto antes.
—¿De verdad quieres bailar conmigo?— Sonrió con confianza, mientras se ponía en pie. —¡Vamos!— Aparentemente le había agradado lo forma de ir al grano de Riko pese a ser un extranjero. Alguien de los locales que la conociera no hubiese atrevido a tal cosa.
Ella esperaría a ver si el muchacho era igual de seguro en actitud como sus palabras, por lo que dejaría que el llevase la iniciativa durante el baile. Deberían de caminar hacia la pista improvisada en el centro del local, justo donde todas las demás parejas y algún borracho loco esperaban a que Datsue comenzara con su interpretación para continuar con el jolgorio.
—¡Yosha!~
Su actuación había terminado, pero en el fondo aún estaba crecido creyendo que nadie más podría superar su actuación. Dejó la guitarra con el resto de instrumentos dispuestos para los que quisieran participar, para luego irse a sentar de nuevo. Al pie de la tarima se encontraba un muchacho de cabellos negros peinado con un moño, esperando para subir y continuar al espectáculo del día.
—Todo tuyo— Le dijo con tono bravato mientras caminaba a la par de él, posando durante unos instantes la mano en su hombro antes de regresar a su mesa.
Mientras eso ocurría, la muchacha de cabellos pelirrojos volteó la vista hacia el misterioso extranjero que le había dirigido la palabra. Tal y cómo suponía el Kaguya, aquella chica rondaba los quince años de edad, ataviada con una blusa blanca y bordes de encaje blanco, rematando con una larga falda de color naranja y unas sandalias blancas de tacón pequeño. Ella le observó con sus dos ojos marrones, tratando de recordar si lo había visto antes.
—¿De verdad quieres bailar conmigo?— Sonrió con confianza, mientras se ponía en pie. —¡Vamos!— Aparentemente le había agradado lo forma de ir al grano de Riko pese a ser un extranjero. Alguien de los locales que la conociera no hubiese atrevido a tal cosa.
Ella esperaría a ver si el muchacho era igual de seguro en actitud como sus palabras, por lo que dejaría que el llevase la iniciativa durante el baile. Deberían de caminar hacia la pista improvisada en el centro del local, justo donde todas las demás parejas y algún borracho loco esperaban a que Datsue comenzara con su interpretación para continuar con el jolgorio.