2/11/2018, 21:47
Riko, el Kaguya, danzó al son de una técnica ancestral. En un giro esplendoroso, abanicó todos y cada uno de aquellos huesos que emergieron de varias partes de su cuerpo y cortó cual guillotina la carne de aquel ser consumido por la rabia. No obstante, en cuanto acabó de girar, comprobó que no había herido a Hauru.
Frente a él, un mártir yacía con sendas heridas profundas y sangrantes en el abdomen, brazos y piernas.
Era Yaban. Protegiendo a su cachorro.
En la lejanía, largas cadenas envolvían a un Hauru descontrolado, y tanto Ikari como su hermano sostenían de ellas firmemente. Eran grandes y pesadas argollas compuestas de un sello supresor que se hacía más resistente a medida de que se le aplicase mayor fuerza al agarre. Ambos lograron alejar al cachorro de allí y trataron de hacerle recuperar el control, lejos de su padre.
—Formidables, co- ¡cofcof! —escupió sangre—. como siempre.
Frente a él, un mártir yacía con sendas heridas profundas y sangrantes en el abdomen, brazos y piernas.
Era Yaban. Protegiendo a su cachorro.
En la lejanía, largas cadenas envolvían a un Hauru descontrolado, y tanto Ikari como su hermano sostenían de ellas firmemente. Eran grandes y pesadas argollas compuestas de un sello supresor que se hacía más resistente a medida de que se le aplicase mayor fuerza al agarre. Ambos lograron alejar al cachorro de allí y trataron de hacerle recuperar el control, lejos de su padre.
—Formidables, co- ¡cofcof! —escupió sangre—. como siempre.