El mito del oeste

[Uchiha Datsue]

—Por cierto Datsue, ¿desde cuándo eres también músico?

Desde que tenía memoria.

—Un músico no se hace, Riko. Un músico nace. O te fluye por las venas o no te fluye. —Un poco grandilocuente de más, seguramente, pero Datsue así lo sentía—. La música vive en mí desde el día que nací, así como el miedo en el corazón de los kusareños, y el veneno en las mentes de los amejines. ¿Es así o no es? —preguntó jocoso, mirando al joven músico. Fue entonces cuando se percató de algo: una tragedia.

»Coño, Riko. Que se te va. ¡Que se te va! —exclamó en susurros, dándole pequeños empujones en el antebrazo.

Fue justo en ese momento cuando le sirvieron el tequila. El Uchiha, que ya había probado alguna que otra bebida alcohólica, dio un pequeño sorbo. Gracias a los Dioses que había sido pequeño, porque el líquido abrasó su garganta nada más bajar, dándole un calorcillo en el estómago que subió hasta su cabeza. «¡La virgen! ¡Esto es como tomarse tres hidromieles de una sentada!».

Más le valía tener cuidado con aquella bomba.

—Supongo que cualquier cosa vale para divertirse —comentó cuando terminó la canción.

—No me digas que eres de los exquisitos que solo valora positivamente una canción si transmite un mensaje profundo y trascendental —le soltó, sin mala intención.