3/11/2018, 13:53
El frío había llegado al País de la Espiral para quedarse durante los próximos meses. Con el invierno, el escenario de las costas languidecían como si fueran desprovistas de su fuerza natural. La arena parecía más pálida, el horizonte; más estático y el movimiento del mar se había vuelto más tímido, queriendo pasar desapercibido como el resto de elementos de aquel calmado paisaje. Particularmente, a Fuukei le gustaba el oleaje de aquella época del año. Pausado, lento, mudo... Ideal para evocar pensamientos. Aunque se tratasen las de un chaval de catorze años.
«Pensé que después de graduarme a Genin ya no me tocaría hacer cosas como éstas. Que estaría apostando por misiones excitantes en nuevos parajes y compañeros... Pero mamá siempre tiene razón: las obligaciones son las obligaciones. Y esto no se va a cargar solo... »
Y el peliblanco iba con razón. La caja de lechugas que debía entregar al embarcadero no iba a transportarse sola hasta allí. Habían tenido una buena cosecha. No lo negaba. Pero nunca les daría suficiente como para contratar a alguien para que llevase los encargos por ellos. Ni la familia optaría por ello mientras fueran capaces de hacerlo por ellos mismos. Y aun teniendo el favor de las cabras, la abuela les había prohibido terminantemente llamarlas para que realizasen esa clase de labores. A pesar de la advertencia de la matriarca, más de una vez lo había intentado. Pero Chihige, la pequeña cabra de perilla marrón, le había mandado a pastar.
Sus pensamientos fueron cortados por la pelea entre un marinero joven y un pescadero de avanzada edad con los humos un poco subidos. El vocerío de ambos personajes llamó la atención del público más cercano, creando una expectación alrededor de estos dos. El peliblanco veía como se iban hinchando las venas por momentos en el rostro de los implicados. «Si siguen así acabarán a golpes...» Decidió que algo había que hacer antes de que llegasen a las manos. Y estaba dispuesto a ello, dejando la caja al suelo con cuidado, cuando de repente intervino una tercera persona en la escena.
«Pensé que después de graduarme a Genin ya no me tocaría hacer cosas como éstas. Que estaría apostando por misiones excitantes en nuevos parajes y compañeros... Pero mamá siempre tiene razón: las obligaciones son las obligaciones. Y esto no se va a cargar solo... »
Y el peliblanco iba con razón. La caja de lechugas que debía entregar al embarcadero no iba a transportarse sola hasta allí. Habían tenido una buena cosecha. No lo negaba. Pero nunca les daría suficiente como para contratar a alguien para que llevase los encargos por ellos. Ni la familia optaría por ello mientras fueran capaces de hacerlo por ellos mismos. Y aun teniendo el favor de las cabras, la abuela les había prohibido terminantemente llamarlas para que realizasen esa clase de labores. A pesar de la advertencia de la matriarca, más de una vez lo había intentado. Pero Chihige, la pequeña cabra de perilla marrón, le había mandado a pastar.
Sus pensamientos fueron cortados por la pelea entre un marinero joven y un pescadero de avanzada edad con los humos un poco subidos. El vocerío de ambos personajes llamó la atención del público más cercano, creando una expectación alrededor de estos dos. El peliblanco veía como se iban hinchando las venas por momentos en el rostro de los implicados. «Si siguen así acabarán a golpes...» Decidió que algo había que hacer antes de que llegasen a las manos. Y estaba dispuesto a ello, dejando la caja al suelo con cuidado, cuando de repente intervino una tercera persona en la escena.