Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El frío había llegado al País de la Espiral para quedarse durante los próximos meses. Con el invierno, el escenario de las costas languidecían como si fueran desprovistas de su fuerza natural. La arena parecía más pálida, el horizonte; más estático y el movimiento del mar se había vuelto más tímido, queriendo pasar desapercibido como el resto de elementos de aquel calmado paisaje. Particularmente, a Fuukei le gustaba el oleaje de aquella época del año. Pausado, lento, mudo... Ideal para evocar pensamientos. Aunque se tratasen las de un chaval de catorze años.
«Pensé que después de graduarme a Genin ya no me tocaría hacer cosas como éstas. Que estaría apostando por misiones excitantes en nuevos parajes y compañeros... Pero mamá siempre tiene razón: las obligaciones son las obligaciones. Y esto no se va a cargar solo... »
Y el peliblanco iba con razón. La caja de lechugas que debía entregar al embarcadero no iba a transportarse sola hasta allí. Habían tenido una buena cosecha. No lo negaba. Pero nunca les daría suficiente como para contratar a alguien para que llevase los encargos por ellos. Ni la familia optaría por ello mientras fueran capaces de hacerlo por ellos mismos. Y aun teniendo el favor de las cabras, la abuela les había prohibido terminantemente llamarlas para que realizasen esa clase de labores. A pesar de la advertencia de la matriarca, más de una vez lo había intentado. Pero Chihige, la pequeña cabra de perilla marrón, le había mandado a pastar.
Sus pensamientos fueron cortados por la pelea entre un marinero joven y un pescadero de avanzada edad con los humos un poco subidos. El vocerío de ambos personajes llamó la atención del público más cercano, creando una expectación alrededor de estos dos. El peliblanco veía como se iban hinchando las venas por momentos en el rostro de los implicados. «Si siguen así acabarán a golpes...» Decidió que algo había que hacer antes de que llegasen a las manos. Y estaba dispuesto a ello, dejando la caja al suelo con cuidado, cuando de repente intervino una tercera persona en la escena.
Aquel frío día de invierno la sorprendió con unas ganas nulas de ponerse a entrenar. No fue por el terrible frío que asolaba Uzushiogakure por esas fechas, ni por la temprana hora a la que se había levantado, no; era porque tras los últimos acontecimientos lo que menos le apetecía, sin duda, es pensar en sus responsabilidades como kunoichi.
Llevaba un par de meses ostentando rango nuevo y aún así sentía que no estaba preparada para nada. Durante su encuentro con Aotsuki Ayame en Tanzaku Gai se había vuelto un tanto más positiva, pero todos aquellos pensamientos llenos de esperanza se vieron abrumados por la discusión que había tenido con Nabi y con Juro, sobre todo con el primero.
Por eso se encontraba paseando por las Costas del Remolino. El aire frío acompañaba a los vaivenes del mar, que la tranquilizaban ligeramente. ¿Es eso lo que era volverse responsable? Porque si era así, la verdad es que no lo quería. Por eso aquel día decidió no llevar su bandana a la frente, ni su chapa que la identificaba como Jounin de la aldea del Remolino, ni si quiera el chaleco, pues aquel día había decidido vestir una chaqueta algo más gruesa que la indumentaria oficial.
Aunque para su desgracia, escuchó varias voces subidas de tono cerca del muelle. Su azulada mirada se posó en el gentío que se arremolinaba alrededor de lo que parecía ser una pelea entre gente del mar. Se acercó, rendida, puesto que parecía que ni un solo día podría descansar, así que se acercó, apartando a varias personas en el proceso.
—Buenos días —saludó —. ¿Me pueden explicar qué está sucediendo aquí?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Si bien había decidido intervenir en esa absurda pelea, también se había sorprendido cuando aquella mujer de cabello carmesí interrumpió las réplicas del marinero con una apabullante calma a la vez que pedía explicaciones del alboroto que había despertado la atención entre la gente del muelle. El peliblanco observó desde un ángulo poco favorable a la chica —pues ella quedaba de espaldas a éste— mientras seguía contemplando la escena.
— ¿Y a ti qué te importa? — soltó el hombre mayor, demostrando más fanfarronería que serenidad a pesar de su edad. Se entreveía la soberbia en su mirada y cierta ofensa por la intromisión de la desconocida. Pero pareció reconocer algún elemento en ella que pareció rebajar aquella tensión. — ¡Aquí el chico, que es un patán! Sólo le he pedido salmonetes de buena calidad. ¿Y qué me ha traído? ¡Nada! — repitió, esta vez remarcando con furia. — ¡Nada!
Al enterarse de aquella absurdidad, Fuukei no pudo reprimir un suspiro de reprobación. Repudiaba a la gente engreída. Por otro lado, el marinero intentó justificarse contando que el temporal frío había provocado la marcha migratoria de los salmonetes a aguas más cálidas y que, en esa época del año, se les hacía difícil conseguir un pescado como aquel. Pero el hombre hacía oídos sordos ante su capricho insatisfecho.
« No te metas, no te metas... No es asunto tuyo. A la abuela no le gustará. Y que dirá papá si otra vez... »
— ¿No está viendo que no es culpa del chico? Parece estúpido. — espetó contra el adulto cuando pretendía replicar una vez más. Luego, se sonrojó, sin saber muy bien donde meterse. A veces se olvidaba que era un mocoso de catorze años. — Ergh... Perdón.
10/11/2018, 10:37 (Última modificación: 10/11/2018, 10:38 por Uzumaki Eri.)
— ¿Y a ti qué te importa? —alegó el mayor, y Eri frunció el ceño con disgusto. ¿Qué se creía? Aunque fuera mayor que ella aquello no le daba derecho a responder a alguien así. Pero pareció rectificar y explicó lo que ocurría desde su punto de vista—¡Aquí el chico, que es un patán! Sólo le he pedido salmonetes de buena calidad. ¿Y qué me ha traído? ¡Nada! — repitió, furioso—¡Nada!
La pelirroja se cruzó de brazos, incapaz de entender como aquello podría ser malo, ¿y qué? ¿Qué problema había? ¿Y si el muchacho no había podido, qué? ¿Por eso tenía que ser tratado así? Ella había sufrido en sus propias carnes aquel tipo de situación.
Pero al parecer, un muchacho de pelo claro y no muy lejano a su edad intervino contra el mayor de ambos, y no parecía muy alegre por su acusación.
— ¿No está viendo que no es culpa del chico? Parece estúpido. —espetó, pero luego pareció sentirse avergonzado por haber intervenido—Ergh... Perdón.
—No, no —comenzó Eri, acercándose al chico—. Está bien —concedió ella, mostrando un gesto similar a una sonrisa, luego se giró de nuevo a encarar al adulto—. Como ve, no somos pocos los que compartimos opinión, la verdad es que creo que, aunque a usted no le guste, no siento que sea agradable que trate así a alguien solo porque no le trajo salmonetes de buena calidad, así que por favor, antes de que esto llegue a más, dejémoslo y continúen con sus trabajos —pidió, en tono conciliador.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100